☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆.
Perspectiva de León
«¿Qué vas a hacer Latban?»
«Si no fuera por esta situación, te habría golpeado en la cara».
Rechiné mis dientes mientras miraba cómo Latban se mostraba tenso cuando le pregunté qué iba a hacer. Estaba tratando de organizar rápidamente esta situación en mi cabeza.
La santa dijo que su lujuria se debía a las extrañas marcas en su cuerpo. Independientemente de su voluntad, su cuerpo quiere el placer de los hombres.
Recordé el día en que abracé a la Santa por primera vez. La forma en cómo se veía caminando sola en el pasillo donde no había nadie. A diferencia de la situación actual, no creo que ella haya perdido la razón de esta manera en ese momento. Pero aparentemente en ese momento, la Santa estaba llorando.
Si al menos le hubiera preguntado por qué lloraba, ¿no habría evitado que ella tuviera que pasar por esto hasta ahora? En el momento en que pensé eso, mi ira contra mí mismo se disparó.
En ese momento, me resultó divertido ver cómo una mujercita interesante me seducía. Pensé que era algo muy interesante ver cómo temblaba cuerpo por los nervios y como se hacía la torpe. Una mujer que definitivamente habría tenido relaciones con muchas personas, estaba fingiendo ser inexperta. Pensando que la Santa estaba haciendo algo evidente, deliberadamente moví mi cuerpo con mayor intensidad. Suponiendo que la Santa probablemente quería esto.
Sin embargo, me di cuenta por la forma en que ella se encontraba en este momento. En ese momento ella no pretendía ser torpe, era torpe, y no pretendía sentir dolor, realmente era doloroso para ella. Cuando pensé en cómo no lo noté, y en cambio estaba más excitado por sus reacciones, sentí nauseas. Y sobre todo, había un hecho que me hizo sentir más nauseabundo.
La Santa no lo hizo porque quería.
En el momento en que lo supe, sentí como si me hubieran golpeado en la cabeza.
Miré a la Santa. Ahora ella estaba frotando su cuerpo contra el mío. Al mismo tiempo, llevó mi mano más adentro. Sentí la tela húmeda en contacto con las yemas de mis dedos. Recordé lo cálido y excitante que se sentía más allá de la tela, así que no pude evitar que mi miembro inferior se pusiera rígido. Pronuncié varias maldiciones en voz baja y miré hacia donde se encontraba mi mano.
“¡……!”
Debajo de la falda, de la túnica que estaba subida por completo, se encontraban las piernas blancas y vertiginosas de la Santa estaban abiertas de par en par. En el interior de sus muslos se veía una marca desconocida de color desagradable. Y encima de la marca, la sangre que había estado goteando fluía hacia abajo. Este era el indicio de que un adulto había tratado de arrancarla con sus uñas hace un tiempo.
A diferencia de lastimarse con los dientes, no es fácil hacerse daño profundamente con las manos humanas. Sin embargo, la Santa realmente odiaba esa marca hasta el punto de que esos rastros permanecían.
La miré de nuevo. Pude ver cómo se mordía los labios hasta el punto de volver a sangrar. Ahora, incluso su voz parecía apenas audible. Justo antes de esto, lo que ella hizo desesperadamente fue…
Abracé a la santa y giré la cabeza. Allí se encontraba Latban, todavía rígido e incapaz de hacer algún movimiento. Por su actitud, noté que, a diferencia de mí, él y la Santa seguían sin tener una relación física. Este hecho me despertó dos emociones completamente contradictorias.
Por un lado, me alegré de que Latban aún no se hubiera juntado con la Santa. Pero por otro lado, eso podría significar que solo Latban era especial para ella. Hasta el punto, en que me pidió que la abrazara pero no le dijo eso a Latban.
Pensé en la posibilidad de que él se hubiera negado. Sin embargo, en el momento en que miré a Latban manteniendo su postura rígida, supe que no había ninguna posibilidad de que ese haya sido el caso. Porque su parte inferior no debía ser muy diferente a la mía en este momento. Así como yo quería a la Santa, Latban también la quería a ella. Pero ella no lo hizo. Esto demostraba que la Santa valoraba a Latban más que a otros hombres.
La desgracia de no poder distinguir el tiempo y el lugar hizo que me sintiera más furioso. Entonces dirigí mi ira sobre Latban.
«Cierra los ojos, cúbrete los oídos y date la vuelta».
El rostro de Latban se puso aún más rígido cuando le dije esto.
«¿Qué dijiste?»
«No me hagas repetirlo. Sabes qué es lo que hay hacer, y tú no lo harás»
Moví mi mano mientras abrazaba a la Santa. Mis dedos largos desabrocharon rápidamente la parte de atrás de su túnica. Sin dudarlo, mi mano, que entró, se deslizó por su suave espalda.
«¡Oh mi…!».
Ante mi toque, la Santa jadeó excitada mientras negaba con la cabeza. Ahora yo no tenía que abrazarla. Ya que la Santa abrazó desesperadamente mi cuello y se aferró como si hubiera encontrado lo que buscaba. Le di una palmadita en la espalda a la Santa como si estuviera apaciguando a un niño. Luego miré a Latban.
«No puedes irte. No puedes hacerlo porque aún no has cumplido con tus obligaciones».
Le recordé a Latban su deber como Comandante de los Caballeros del Templo. El Comandante no solo se encarga de liderar a los Caballeros. Su deber más importante es el de proteger a la Santa. Si ese noble y fuerte Caballero no cumplió con su deber más importante, no se le puede confiar la seguridad de la Santa a una persona así.
«Sabes que no puedes salir en este momento, ¿verdad?»
Afuera, hay sacerdotes. No necesariamente son personas que vinieron aquí por casualidad. Tal vez, Carl envió esos sacerdotes aquí a propósito.
«Él es un cretino, pero es astuto e ingenioso. Además sabe exactamente lo que tú y yo queremos».
Me preguntaba qué pretendía él al encontrarme por casualidad y pedirme que viniera a este lugar. Carl parecía haber querido desde un principio que los sacerdotes vinieran, y mostrarnos a Latban y a mí algo interesante sobre la Santa.
«Y… supongo que él es el responsable de que la Santa esté así. Esto no puede ser una coincidencia».
“…….”
Al escuchar mis palabras, Latban permaneció en silencio. Mi mirada hacía él se volvió más aguda. Latban no mostró muy sorprendido por mis palabras. Esto significaba que él ya tenía alguna idea de esto.
Pero me había estado ocultando todo esto hasta ahora.
Al escuchar las palabras de la Santa, estaba claro que Aslan lo sabía todo. Y yo estaba aún más enojado por eso. ¿La gente que la Santa conoce no pudo detenerlo?
En el momento en que traté de enfrentarme a Latban de nuevo, la Santa levantó la cabeza como si no se diera cuenta de la situación y me besó. Las palabras que estaba tratando de decir se derritieron en mi boca sin dejar rastro y desaparecieron. Ante su torpe intento de tomar la iniciativa , seguí mi instinto por un momento, olvidando cómo era la situación actual.
Mis manos sostuvieron la parte posterior de la cabeza de la Santa para que ella no pudiera retroceder. Nuestras lenguas estaban enredadas y la saliva fluía hacia abajo. Como desearía poder continuar así.
De repente recordé cómo Aslan nos había llamado a Latban y a mí, «perro». El título por el que nos había llamado el infeliz mago ahora parecía innegable.
La pequeña Santa, que se aferraba locamente a mi cuerpo, de repente dejó de moverse. Su rostro lleno de lágrimas apareció ante mi rostro. Tan pronto como la vi de esta manera, recobré mis sentidos por un momento..
En cuánto caímos en la trampa de Carl, tenía que juntar mi cuerpo con el cuerpo de la Santa. Pero no quería hacerlo mientras ella estaba llorando de esta manera. Pero tampoco quería dejarla en manos de Latban.
Envolví mi mano alrededor de su mejilla. Luego, limpié una vez su rostro lloroso. La Santa me miró con ojos que parecían haber perdido el sentido.
«León, León… Por favor… Más… »
Me encontraba en conflicto al ver la apariencia de la Santa diciendo palabras que no quería decir.
«¿Qué debo hacer?»
Atrás | Novelas | Menú | Siguiente |