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La gente acudió a la plaza llena de escombros desde el amanecer. Todos tenían un aspecto demacrado y cansado. El lugar donde se habían reunido antes se conocía como el Gran Templo. Pero ahora eran sólo ruinas donde no quedaba nada.
La mayor parte de las hermosas obras de arte que se habían recopilado en el Gran Templo durante más de mil años desaparecieron el día que este se derrumbó. Y las obras que se salvaron de ese destino pasaron a manos de la gente y se convirtieron en bienes robados, perdiendo su valor original.
Nadie había intentado restaurar el Gran Templo, ya que el costo de hacerlo era demasiado alto. Pero la razón principal se debía a que nadie había encontrado un motivo para restaurarlo.
El día que se derrumbó el Gran Templo, muchos sacerdotes perdieron la vida. Eso no quiere decir que todos estén muertos. Pero, en primer lugar, el Gran Templo no era un lugar para los sacerdotes. El Gran Templo era un lugar para una persona amada por Dios, la Santa.
Pero ahora no había ninguna Santa.
«¡Atrápenlo!»
«¡Quémenlo y mátenlo!»
En lo que era la plaza central, la leña estaba apilada hasta lo alto. La hoguera se construyó, incluso recogiendo los trozos de madera, que yacían a los alrededores en medio de los escombros. Y ya estaba lista esperando al protagonista de hoy.
Poco después, apareció una figura en la parte posterior de la multitud, atada a unas cuerdas y arrastrada. Cuando la gente lo vio, recogieron las piedras que se encontraban en el piso, mientras lo miraban con sus ojos inyectados en sangre. Entonces, la persona que tiraba de la cuerda gritó:
«¡El Sumo Sacerdote caído está aquí! ¡Él que vendió a la Santa a la bestia mágica».
¿Tenían alguna prueba de eso? La prueba que tenían era el trozo de tela que colgaba de su cuerpo, el cual tenía bordados para demostrar que era el Sumo Sacerdote. Cuando se acercó, la gente lanzó lo que tenía en las manos y gritó:
«¡Mátenlo!»
«¡Maten al Sumo Sacerdote!»
«¡Devuélvanos a la Santa!»
«¡Él trajo a la bestia mágica!»
¡Croc! ¡Croc! junto con los gritos de la gente, las piedras volaron hacia él sin piedad. Un niño que asistió tomado de la mano de sus padres, se situó delante del grupo, y lloró asustado por el disgusto apenas de verlo.
Era difícil pensar que lo que estaba siendo arrastrado por la cuerda era una persona. A primera vista, parecía un animal asado durante la fiesta del pueblo, pero sin duda esa cabeza y extremidades pertenecían a un hombre. Sin embargo, esa persona no tenía una pierna y su pierna restante era pequeña y corta, y estaba severamente torcida.
Los que estaban ubicados en la parte de atrás de la multitud les costaba verlo, por lo que se apoyaron en los dedos de sus pies para observarlo, pero luego se rindieron y comenzaron a hablar entre ellos.
«¿Ese es realmente el Sumo Sacerdote?»
«Estoy seguro. Mira el aspecto de la pierna que le queda. Dado la forma de su pierna, debe ser el Sumo Sacerdote Carl. Yo lo vi antes de que el Gran Templo se derrumbara».
«Por cierto, ¿el Sumo Sacerdote realmente trajo a la bestia mágica?»
“Así es. No solo hizo eso, sino que también vendió a la última Santa a la bestia mágica”.
“Yo también he escuchado acerca de eso, de que él obligó a la Santa que apareció en la zona fronteriza a ir al Gran Templo, cuando ella quería quedarse a salvar a la gente. Y más de una persona vio como ella intentó no dejarse llevar. E incluso lloró y rezó por la gente antes de irse. De todos modos, escuché que el Sumo Sacerdote estaba maldito por la ira de Dios y esto le impedía morir”.
Desde el día en que el Gran Templo se derrumbó, estos rumores comenzaron a circular entre la gente. El rumor de que: “el Sumo Sacerdote, que era conocido por su buena reputación y buenas acciones, en realidad era…” Estos rumores se extendieron más rápido en los lugares donde el Ejército Imperial distribuyó suministros de ayuda.
Con el colapso de todos los Templos, las bestias mágicas aparecieron con más frecuencia por todo el Continente. Los Caballeros del Templo, que se habían ocupado de ellas en el pasado, también estaban en estado de desmantelamiento, por lo que las bestias mágicas aparecieron en el interior del Continente sin dudarlo. La ansiedad de la gente no tardó en manifestarse cuando se produjeron ataques en las tierras que antes estaban a salvo de las bestias mágicas.
Y un día, de repente, en medio de esta situación apareció esta persona en las ruinas del Gran Templo. No podía hablar ya que no tenía lengua, y los tendones de su cuerpo estaban cortados por lo que sólo podía arrastrarse. Mirando las heridas de su cuerpo, no era extraño que esta persona muriera inmediatamente, pero extrañamente, después de que sufrió estas heridas se curó rápidamente.
En el pasado, un caso como este habría sido llamado un milagro de Dios, pero ahora era considerado alguien maldito debido a su terrible estado. La gente pronto encontró rastros del antiguo Sumo Sacerdote en su cuerpo.
Al mismo tiempo, circularon rumores de que el Sumo Sacerdote había causado todos estos desastres. Por lo que finalmente la gente encontró algo para disminuir su ansiedad.
Carl fue arrastrado como un perro sobre la pila de leña y luego fue atado a un pilar de madera.
«¡Uh! ¡Uh!»
Como si supiera lo que iba a sufrir, Carl retorció su cuerpo e intentó huir, pero fue en vano. Lo único que se filtró fueron algunos de sus gemidos porque la gente lo amordazó diciendo que no querían oír los sonidos del monstruo.
Cuando Carl estaba atado, la gente se le acercó por todas partes con antorchas.
«¡Mátenlo!»
«¡Apresúrense y mátenlo!»
«¡El momento en que ese monstruo muera quemado es el momento en el que Dios nos perdonará!»
Los ojos de Carl se agradaron al escuchar las palabras de la gente. Él no podía morir, pero podía sentir dolor. Por lo que en ese caso…
Él seguiría sufriendo entre las llamas.
«¡Uh! ¡Uh!»
Algunas maldiciones se filtraron de la boca de Carl, pero nadie entendió lo que estaba diciendo. Entonces, la pila de leña se prendió fuego.
En la plaza central del antiguo Gran Templo, el Sumo Sacerdote Carl, que antes reinaba por encima de todos, gritaba en medio de las llamas.
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Miré a Carl desde la muralla del Gran Templo, medio muerto.
«¿Estás bien?»
Latban, que me vio temblar, se acercó a mí y me cubrió con la capa que llevaba puesta.
«Mm, gracias».
Le agradecí, y sin dudarlo volví a mirar las llamas ardientes. León que estaba a mi lado, se apartó de las llamas y me dijo:
«He cortado su pequeña lengua y ahora nadie se va a poner de su lado».
León lo dijo como si fuera un hecho, ya que la mayor parte del lavado de cerebro de Carl comenzó con sus palabras. Además, León dijo con confianza que los que todavía estaban sometidos a su lavado de cerebro se alejarían completamente de él al verlo.
«¿Te vas ya?” me preguntó León.
«…….»
Asentí ante sus palabras. Entonces él no me preguntó más, como si ya supiera que lo haría.
Finalmente, la que volvió a hablar primero fui yo.
«Lo siento. Te he dejado lidiar con todas las cosas molestas”.
León respondió con una sonrisa ante mis palabras.
«No sé a qué te refieres, para mí es un placer».
«Aun así…»
Dudé por un momento y hablé con cuidado:
«Va a haber mucho ruido debido al asunto de la gracia otorgada por el Príncipe…»
Hasta el momento habían pasado muchas cosas, pero el hecho de que yo estuviera casada con León no había desaparecido. No, más bien, después de que el Gran Templo se derrumbó, León fue al Imperio y anunció completamente nuestro matrimonio y lo dejó por escrito. Nunca lo había visto, pero se dice que en el pasillo donde se cuelga el retrato de la familia imperial, también está colgado mi retrato junto al del Príncipe Heredero.
«Está bien, ellos no encontrarán extraño que no aparezca la esposa del Príncipe Heredero. De todos modos, pronto va a circular el rumor de que: “Este matrimonio fue falso y que el Príncipe Heredero no tuvo más opción que aceptar a los refugiados del Gran Templo y ejercer su autoridad sobre las fuerzas restantes en el futuro. Debido a que se lo pidieron y le suplicaron que hiciera”.
«…….»
«No pongas esa cara. ¿Acaso olvidaste todo lo que te rogué ese día para que me usaras como una herramienta? Esto es algo que tengo que hacer y para mí también es el mejor trabajo. Entonces para que quede claro, yo no estoy perdiendo nada”.
Tras el colapso del Gran Templo, León movilizó al Ejército Imperial para limpiar los alrededores, tratar a la gente y proporcionar a los refugiados un lugar donde alojarse. Gracias a esto, la reputación del Imperio aumentó, y los Caballeros del Templo, así como los sacerdotes restantes y las personas que se quedaron en el Gran Templo naturalmente fueron absorbidos por el Imperio.
Los documentos oficiales publicados por el Imperio convencieron a todo el mundo de que ésta era la razón por la que el Príncipe Heredero afirmaba haberse casado con una Santa caída.
Iris, que afirma ser la última Santa, no puede ser reconocida como tal porque no se celebró oficialmente una ceremonia de sucesión, por lo que Yvelina, la última Santa reconocida, seguía teniendo la autoridad plena sobre el Gran Templo. Entonces, León con el pretexto de actuar en nombre de su esposa adquirió todos los bienes y derechos sobre lo que quedaba del Gran Templo.
Mientras tanto, como yo nunca aparecí delante de la gente, comenzaron a circular rumores y críticas de que León ya me había matado y estaba haciéndome pasar por viva para devorar el Gran Templo. Este rumor no le importó a León, ya que de todos modos él fue quien lo inició.
«Que tengas un buen viaje. Lord Latban está contigo por lo que no me preocupare por tu seguridad. Y…”
León dirigió su mirada hacia mi vientre.
«Si ocurre algo, por favor, regresa al Imperio inmediatamente».
Ha pasado un año desde el día en que el Gran Templo se derrumbó, pero aún no ha habido ningún cambio en mi vientre. Sé que el hijo de Aslan está ahí, porque él hizo que este niño dejara de ser una bestia mágica. Sin embargo, parece que no es completamente humano viendo que nada ha cambiado incluso después de un año. Sin embargo, pude adivinar que un día nacería.
«Entiendo».
León se me acercó y me abrazó, sabiendo que era el momento de despedirse. Sus labios tocaron mi frente. Pensé que se apartaría después de esto, pero León miró detrás de mí y volvió a bajar su mirada, un poco malhumorado.
Entonces…
«Eh…»
Su lengua caliente penetró rápidamente entre mis labios. Luego, como si quisiera recordar, su lengua recorrió mi boca. Después de un tiempo, León se alejó, hizo contacto visual conmigo y dijo:
«Pensé que debía hacer esto por mi esposa que se va lejos».
«¿… Estás hablando con Latban?»
León se encogió de hombros ante mis palabras y retrocedió, y cuando me di la vuelta, la fría mirada de Latban se dirigía a León. Suspiré brevemente, le hice un pequeño gesto con la mano a León y me di la vuelta.
Como si hubiera estado esperando, Latban me tendió la mano y bajé por el muro del Gran Templo caído. Cuando me acerqué al caballo atado, Iris estaba allí.
«Lina».
Ella ya no me llamaba hermana mayor. Había aceptado la muerte de su hermana y el hecho de que yo era otro ser que se encontraba en su cuerpo. Ella no se burló de mí cuando todo terminó. Era natural, así que no sentí pena por el hecho.
«Adiós, Iris. Si pasa algo, pídele ayuda a León».
«Sí. Yo…»
Iris, que dudaba, me alcanzó lo que escondía detrás de ella.
«Esto es…»
«Estas son las medicinas que necesitas de camino a casa. Desde medicamentos hemostáticos hasta los que tienen analgésicos. Por supuesto que tienes algo mejor. Aun así…»
Tomé su paquete y la abracé. Ella se estremeció y se sorprendió, pero no me apartó.
«Gracias».
«…….»
«Volveré sana y salva, porque todavía no te he contado todo sobre Yvelina».
Iris emitió un sonido de llanto al oír mis palabras.
Yo solía visitar a Iris y contarle sobre los recuerdos que tenía de Yvelina. Siempre que hacía eso, Iris se sentaba en silencio y escuchaba sobre su hermana. No obstante, todavía tenía recuerdos de Yvelina que contarle.
Mientras me despedía de ella, Latban condujo el caballo. Nosotros, que llevábamos capuchas profundas, abrimos el camino y giramos la cabeza como si no hubiéramos visto nada.
Después de que avanzamos durante mucho tiempo, giré mi cabeza cuando empezó el bosque. A lo lejos se veía el Gran Templo que se derrumbó, y las llamas que emitían humo negro ardían en lo alto. Me bajé del caballo y lo miré en silencio. Latban se acercó a mí así.
«Originalmente la que debía morir quemada allí fui yo”.
Dije con calma sin apartar la mirada.
Ese fue el lugar donde la falsa Santa Yvelina se enfrentó a su final.
Y Latban, León y Aslan la habían mirado morir junto con Iris.
«… Eso nunca va a pasar».
Sonreí ante sus palabras. Porque como él dijo, este futuro nunca llegaría.
Latban, que debería haberme arrastrado y obligarme a arrodillarme ante Iris, ahora sostendría mi mano y estaría siempre a mi lado. Todo había cambiado. León, Aslan e Iris.
Esto era natural.
Ya que yo no era Yvelina. No era la Santa real que había intentado morir pensando en las Santas anteriores y en las futuras Santas.
Me giré, tomando la mano de Latban.
La falsa Santa, que vivía bajo el nombre de Yvelina, pero no era Yvelina, estaba ahora fuera de la historia que yo había visto.
Era hora de que la falsa Santa, que no era Yvelina pero vivía bajo la imagen de Yvelina, abandonara la historia que yo había visto.
«Vamos, Latban».
A vivir más allá de los libros.
<Final de la historia principal>
Por finnnnn, yeiiii, oficialmente, 100 páginas para terminar todo, aún hay Yve para rato, Naval si les tuvo los caps listos para sabado pero yo anduve recibiendo malas noticias y ya ni vine a leerlos, esto es todo por hoy, el sabado nos vemos con mas a ver como termina esto
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