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Perspectiva de León
«No, es solo que tengo polvo en mis ojos».
En cuanto a este tema, León estaba muy conmovido y emocionado. Si pudiera, saldría ahora mismo y convocaría a todas las personas del Palacio Imperial de Adenber para decirles: “¡Mi hija me ha dado una galleta con una nuez! Quería gritarles que era de las galletas que Leona se comía al despertar”. León quitó la nuez del pedazo de galleta que tenía en la boca y se la dio a Leona.
«A papá no le gustan las nueces, así que Leona puede comerla».
Cuando Leona escuchó esto, sonrió alegremente y se comió las nueces que tenía en la boca. Y así transcurrió el apacible tiempo de los dos. Al cabo de un rato, Leona que se sacudió las moronas de galleta de las manos, pegó su cuerpo al pecho de León y murmuró:
«Extraño a mi madre».
En ese momento, León acarició el cabello de Leona. Ya que León no dijo nada, Leona volvió a hablar:
«Papá, ¿no puedes decirle a mamá que venga?»
Ante eso, León sonrió con amargura y negó con la cabeza.
«¡No!»
Leona bajó los hombros mientras decía con una voz decidida, que era completamente diferente a cuando decía que no porque era joven hace un tiempo:
«Papá siempre es así».
Él era generoso con otras cosas. Sin embargo, cuando se trataba de su madre, nunca cedía ni lo dejaba pasar.
Leona miró las nubes que flotaban en el cielo, Adenber era el lugar favorito de Leona. En comparación con el Primer Palacio Imperial, aquí florecían más flores y hacía buen clima. Además, su madre en ocasiones venía a verla aquí. Los ojos de Leona se cerraron mientras miraba el cielo.
León acarició el pelo de Leona mientras ésta se dormía. La voz con la que le pidió que le dijera a su madre que viniera hace un rato persistió en sus oídos.
“Esto explica porque ella dijo que esta vez traería toda su ropa del Primer Palacio Imperial…”
Leona ya no sabía qué más hacer durante el día a medida que se acercaba el día de ir a Adenber.
Ella le preguntaba a los sirvientes varias veces al día si habían empacado todo lo que le importaba y le gustaba, y le preguntaba a León cada día cuántas noches quedaban antes de ir a Adenber. La pregunta era más como cuántas noches quedan antes de encontrarse con su madre.
León abrazó a Leona que estaba dormida y la levantó, Sentía pena por las quejas de la niña, pero no pretendía contactar a Lina para que viniera. León miró el anillo que llevaba puesto. Si se miraba de cerca, parecía un anillo con una pequeña joya roja. Parecía una alianza (un anillo de boda).
En realidad era una alianza. Este era un anillo que también llevaba Lina. Y de igual forma, se trataba de un artefacto con el que se podía entrar en contacto con la otra persona sin importar cuan lejos estuviera del Palacio Imperial.
«Decidimos contactarnos sólo cuando sucediera algo urgente».
Por lo tanto, no podía contactarla en este tipo de situación. Ya que si lo hiciera ¿qué sucedería si ella decidiera no venir cuando realmente la necesitara?
León acomodó y abrazó a Leona. Ahora que ella tenía seis años de acuerdo a la edad de los humanos, su aspecto era más como el de una niña de ocho años.
‘¿Había alguna diferencia?’
Ella fue el fruto de la relación entre un humano y una bestia mágica. Aunque Aslan no le había permitido nacer como bestia mágica, pero al parecer no pudo hacerlo del todo. Ya que Leona era hábil en magia. Al igual que los otros magos, ella no necesitaba artefactos ni hechizos fuertes.
Para Leona, la magia era la segunda cosa más fácil después de respirar. Al reconocer esto, León buscó inmediatamente en el Palacio Imperial un artefacto que impidiera el uso de la magia y lo colgó del cuello de Leona. Afortunadamente, como todavía era joven, este pudo evitar que el maná de Leona se manifestara.
«Pero ¿Qué pasaría cuando creciera?»
Los artefactos no podrían detenerla en ese momento. Aunque no había necesidad de detenerla, ya que ella se convertiría en la Emperatriz de este Imperio en el futuro. Para entonces, habría sido capaz de acabar con todas las personas que se atreverían a decirle a Leona que su nacimiento no estaba claro. León vio la cara de la niña dormida. Leona era realmente una niña encantadora que se parecía a Lina.
León giró su cabeza y se miró en el espejo.
«Me alegro de que sean iguales…»
Que su cabello fuera rubio como el de Lina y sus ojos fueran del mismo color. La primera vez que había visto a Leona, León, por primera vez en su vida, se sintió agradecido por su color de cabello y de ojos. Por supuesto, si su color hubiera sido diferente eso no significaba que Leona no fuera su hija. Lina era su esposa. Entonces la hija de ella también era su hija.
León depositó cuidadosamente a Leona en la cama y se acostó a su lado con los documentos que tenía que terminar de leer.
«Espero que todo vaya bien».
Pero una semana después, las expectativas de León se hicieron añicos.
***
“¡Devuélvanos a la Santa!”
Cuando alguien gritó en voz alta esto, los que estaban a su alrededor también lo hicieron. Cuando los gritos se repitieron varias veces, algunos lloraron porque no podían controlar sus sentimientos, y empezaron a aparecer algunas personas que lanzaban piedras a las paredes y utilizaban palabras ofensivas.
León los miró con los brazos cruzados desde la pared. A primera vista, parecían ser miles de personas.
“Han reunido muchas personas en poco tiempo y también veo algunas personas entrenadas ¿De dónde son?”
Ante las palabras de León, un ayudante a su lado respondió.
“Se presume que son el Tercer Príncipe de Adenber, que había estado escondido, y la Guardia Real que estaba con él”.
“El Príncipe del Pueblo recuperará la del pasado, ¿es algo así?”
León chasqueó su lengua.
“Me pareció una lástima que la larga historia desapareciera en un instante, es por eso que dejé el nombre de Adenber… No creo que la gente deba ser demasiado generosa ¿No lo crees?”
«Oh… creo que sí».
La pregunta de León fue respondida con un tartamudeo. Cuando conquistó Adenber, León entró en este palacio sin dudarlo y cortó la garganta del Rey. Es increíble que haya mostrado generosidad en ese momento.
León sonrió y volvió a bajar su mirada. Entonces le dijo a su ayudante:
«Dígales que envíen a su líder ya que quiero escuchar bien cuáles son sus peticiones».
***
El hombre que venía de parte del grupo caminaba con sudor frío y con nerviosismo.
Luego de que entró en la sala de recepción donde se encontraba León, cayó de plano casi como si se estuviera arrastrando.
«Parece que tienen mucho que decirme».
«Lo siento, lo siento…». Ja, pero… Yyo, tengo algo que decir….»
León miró al hombre que tartamudeaba al hablar. Y después de un rato le preguntó:
«¿Eras un Sacerdote del Gran Templo?»
«¿Cómo es que…?»
«Es molesto explicar porque lo sé, así que es sólo dime lo que quieres».
Ante las palabras de León, el hombre cerró los ojos y gritó:
«¡Por favor, devuélvanos la Santa!»
«Devolverles…»
Los ojos de León se llenaron de ira.
«¿No recuerdas quiénes fueron los que expulsaron a la Santa? ¿No fueron los miembros del Gran Templo los que personalmente ordenaron que la persiguieran? ¿Pero ahora la quieren de vuelta?”
“¡No! Eso lo hicieron los que cayeron bajo los trucos del malvado Sumo Sacerdote”.
“Ustedes son los que de alguna manera renunciaron a la Santa. Y yo me le acerqué, y establecí una relación con ella porque no podía ser indiferente a una persona que no tenía ningún lugar para ir. Así que es ridículo que hablen como si la hubiera robado”.
Cuando León respondió esto, el hombre que estaba tumbado boca abajo levantó su cabeza, gritó, mientras apretaba sus manos como si estuviera reuniendo valor:
«¿Cómo podemos creer eso?»
«¿Qué?»
«Nunca hemos… La Santa nunca ha aparecido. De hecho, ella ya debe haber muerto en algún lugar. ¡Oh, Dios mío!”
El cuerpo del hombre se elevó en el aire y luego rodó por el suelo. Esto sucedió porque León lo pateó con todas sus fuerzas. Se escuchó el sonido de algo que se rompió en el cuerpo del hombre, que rodó hacia una esquina, pero la expresión de León no cambió.
“Iba a contenerme porque está Leona… Pero su lengua descuidada tenía que agitarse constantemente”.
Los rostros de los Tenientes y Caballeros que estaban a su lado no tenían ninguna expresión, como si supieran que esto iba a suceder. Ellos conocían bien a León, así que sabían lo generoso que había sido hasta ahora. Si no fuera por la Princesa Leona, que pensaba que se escondía bien, sin saber que se podía ver su falda detrás de la cortina, esta persona ya se habría convertido en varios pedazos.
León se acercó a la pared y corrió la cortina. Allí estaba Leona, poniendo los ojos en blanco con una expresión de «¡Me han pillado!». Inmediatamente cubrió los oídos de Leona y dijo:
«Sácalo y tíralo fuera del muro».
Dos caballeros que estaban a su lado se acercaron al hombre caído y lo agarraron por el brazo. Cuando el hombre fue arrastrado fuera de la puerta, León bajó sus manos que cubrían los oídos de Leona y dijo:
«Leona, te dije que no entraras cuando tu padre está trabajando».
«Pero… Tengo curiosidad por saber qué pasa».
Ante la voz severa de León, Leona lo miró y estiró sus brazos hacia León. Quería que la abrazara. León no tuvo más remedio que perder, como siempre, ante la linda inteligencia de Leona, que se comportaba como una niña porque odiaba que la regañaran. León, que levantó a Leona y la abrazó, le preguntó al capitán de la guardia que estaba a su lado:
«¿Cuántos hombres tenemos aquí?»
«Mil quinientos».
«Diles que se mantengan armados».
Leona escuchaba tranquilamente su conversación.
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Perspectiva de Leona
Unos días más tarde, un gran número de personas se agolpó frente al Palacio Imperial, sin comparación alguna.
Todos pedían a gritos el regreso de la Santa y todos llevaban espadas en la mano. Leona ignoró las palabras de la doncella que gritaba: “Si me descubren haciendo esto, moriré, Princesa! y siguió mirando hacia abajo a través del hueco en la pared.
“Puedo ver personas entrenadas”.
Hubo movimientos entre las personas que gritaban. Leona que los seguía con la mirada, se dio la vuelta y miró bajo la pared opuesta. Allí se encontraba León, armado, de pie frente a la Orden de Caballeros. Leona contó el número de personas que había tanto afuera como adentro.
“Es una lucha de quince mil personas contra mil quinientas personas”.
Tenían que luchar contra un número de oponentes diez veces mayor.
“No importa cuántas personas convoquen, papá…”
Leona no creía que su padre fuera a perder. Sin embargo, estaba claro que saldrían lastimados en un lugar o dos. Eso no le gustaba. Hace mucho tiempo, cuando su papá se lastimó el brazo, no pudo abrazarla durante un tiempo. Leona se quedó pensando por un rato y de repente bajó corriendo.
«¡Princesa! ¿A dónde vas, Princesa?»
La habitación de León fue hacia donde Leona corrió ignorando las palabras de la criada.
Mientras los guardias consideraban detener o no a la Princesa, Leona entró a la habitación y buscó junto a la cama de León.
«¿Dónde está?»
Ella había visto la mano de su padre por la mañana y no tenía el anillo que él siempre llevaba. Estaba segura que se lo quitó porque no quería que se manchara de sangre. Su padre siempre apreciaba cualquier cosa relacionada con su madre. Sin embargo, por más que buscó, no encontró el anillo.
«¡Fuera!» gritó Leona a las personas que la seguían. Al ver la puerta cerrada, Leona se quitó el collar y levantó su mano.
[Sal]
Cuando murmuró esto un poderoso hechizo, se escuchó un sonido de traqueteo en un lado de la estantería.
[Date prisa]
Cuando Leona murmuró de nuevo, el anillo que León llevaba salió del espacio oculto dentro de la estantería. Ella sabía que este anillo definitivamente mantenía el contacto con su madre. El problema es que no sabía cómo usarlo. Durante mucho tiempo, miró aquí y allá el anillo y lo frotó, pero el anillo no mostró ninguna reacción. Leona, que se puso a llorar, abrazó el anillo con fuerza y murmuró:
«Mamá…»
Entonces escuchó que la puerta se abría.
«¡No entres…!»
Cuando vio a la persona que acababa de entrar, los ojos de Leona se volvieron tan grandes como una moneda. Leona, que estaba haciendo puchero debido a la sorpresa, miró el anillo que tenía en la mano.
‘¿Aún no lo he usado?’
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