☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆.
No hace mucho, todo la Orden del Templo fue enviada a luchar contra los monstruos que aparecieron en las afueras del continente. Fue una batalla a gran escala en la que incluso el Comandante Latban participó, dejando solo una cantidad mínima de personas para proteger el Gran Templo.
La Orden viajó por todo el continente, difundiendo el nombre de Dios. Y después de meses de luchar contra los monstruos sin ninguna baja, ocurrió un problema cuando el Ejército regresaba al Gran Templo. La repentina aparición de un enorme monstruo causó daños a todo el Ejército. El monstruo fue derribado gracias al Comandante Latban, pero el Vicecomandante sufrió una gran herida.
Los sacerdotes principales que habían estado con ellos intentaron tratarlo, pero no fue suficiente. El Comandante Latban lo tomó y regresó al Gran Templo como un loco. Luego fue a la habitación de Yvelina y le suplicó.
“¡Por favor, díselo a la Santa! ¡Rápido!»
Los sacerdotes se sorprendieron al ver a Latban corriendo hacia ellos, llevando a un caballero ensangrentado, y llamaron a la puerta de la Santa. Pero Yvelina no salió.
«¡¿Por qué no responde?!»
No había forma de que ella no escuchara el grito de ayuda afuera de su puerta. Pero Yvelina no salió. Latban estaba perdiendo la compostura. En ese momento, una Sacerdotisa salió de la habitación de Yvelina. Era la Sacerdotisa la que servía a Yvelina. Corrió hacia Latban y le preguntó.
«De casualidad… ¿Pasó algo entre usted y la Santa antes de que se fuera?»
El ceño de Latban se frunció al escuchar estas palabras.
Antes de irse, Yvelina le pidió que permaneciera en el Gran Templo. Hubiera sido una historia diferente si ella tuviera una razón válida para esto, pero la explicación que le dio Yvelina era que no podía tener guardias de menor calidad a su lado cuando saliera del Gran Templo. Y, por supuesto, Latban le había dicho que sería difícil para él quedarse.
Entonces Yvelina estalló en ira.
«¿Te atreves a irte? ¡¿Estás obligado a servirle a la Santa, y sin embargo estás desobedeciendo mis palabras ahora mismo?!»
Yvelina de repente se quedó en silencio después de enfurecerse como una loca. Luego sonrió tan alegremente que era difícil creer que estaba enojada hace unos momentos. Pero los que conocían a Yvelina retrocedieron ante su sonrisa. Sabían que Yvelina era la más peligrosa cuando sonreía así.
«Sí, adelante, Comandante Latban».
«Gracias, Santa».
Se sintió un poco incómodo al ver que ella había cambiado repentinamente de opinión, solo hace un momento le había dicho que no le permitiría irse. Sin embargo, Latban ignoró esta sensación, se despidió y salió de su habitación. Y mientras Yvelina miraba como él se iba, dijo:
«… Algún día haré que te arrepientas de este día».
Las expresiones de los sacerdotes que estaban cerca de ella se oscurecieron. Sabían que Yvelina le haría algo terrible al Comandante Latban por lo que sucedió hoy.
Y ahora, todos se dieron cuenta de lo que estaba pasando cuando vieron a Latban esperando nerviosamente a que Yvelina saliera. La Santa se estaba vengando por lo sucedido ese día.
«Quizás… La Santa es…»
Latban hizo una expresión de incredulidad. Se suponía que una Santa debía servirle a Dios y usar su Poder Sagrado para la gente. ¿Pero ella se negaba a tratar al Vicecomandante que se estaba muriendo por un ataque de un monstruo solo por la discusión que tuvieron?
No le gustaba Yvelina. Su apariencia exterior era elegante y hermosa, pero su personalidad violenta, venenosa y fría fue suficiente para eclipsar su título de Santa. Pero debido a que era parte del Ejército del Templo, le sirvió a la Santa. No importaba qué tipo de persona fuera Yvelina, ella era la Santa elegida por Dios, y era alguien a quien tenía que obedecer absolutamente. Por eso había seguido bajando la cabeza hacia ella, pero ella estaba a punto de tirar la vida de alguien porque él había desobedecido una orden, la cual sonaba más como el lloriqueo de un niño.
La Sacerdotisa detuvo apresuradamente a Latban cuando vio que estaba haciendo una mueca.
“Por favor, no debes discutir con la Santa ahora. Debes pedirle perdón. ¡De lo contrario, nunca saldrá!»
“…”
Incluso ahora, la respiración del Vicecomandante se estaba debilitando. A este ritmo, no duraría mucho más. Latban apretó los dientes y habló con la Sacerdotisa a su lado.
«Por favor, pregúntale qué quiere».
«¿Qué?»
«Por favor… Pregúntale qué necesito hacer para que ella perdone mi rudeza de la última vez y trate al Vicecomandante».
Ante estas palabras, la Sacerdotisa se apresuró a entrar en la habitación de la Santa. Ella regresó pronto pero al ver a Latban vaciló.
«¿Qué dijo ella?»
«Bueno… eh…»
Latban le preguntó desesperadamente a la Sacerdotisa, que dudaba en hablar.
«¡¿Qué dijo ella que tenía que hacer por su perdón ?!»
Ante estas palabras, la Sacerdotisa cerró los ojos y habló.
“E-Ella pidió que te arrastraras a su cama de rodillas. Dijo que no podía creer en tu disculpa si tú no… ”
La gente que se encontraba alrededor jadeó ante sus palabras. Era ridículo que ella le pidiera que gateara, pero pedirle que se arrodillara ante ella era indignante. Arrodillarse era una acción que solo se debería hacer frente a Dios. Pero le dijeron que se arrodillara frente a la Santa e incluso que se arrastrara hasta su cama.
Como Comandante del Ejército, era algo que no podía hacer.
Incluso el Vicecomandante, que apenas se había aferrado a su conciencia, sacudió la cabeza ante esto.
«No puede… Comandante… Eso es… Sólo por… Dios…»
Latban no dudó más cuando miró al Vicecomandante toser sangre y respirar pesadamente después de luchar para hablar.
«Por favor abre la puerta.»
Después de decirle esto a los sacerdotes, se arrodilló. Luego se arrastró hacia la cama de la Santa, que podía ver más allá de la puerta, como un perro. Yvelina sonreía mientras miraba a Latban desde la cama.
Junto a Yvelina, que no respondió a las llamadas de Latban, había hombres hermosos con atuendos desaliñados. El atuendo de Yvelina era el mismo. Era demasiado fácil saber exactamente qué habían estado haciendo aquí hasta hace un momento.
Yvelina le habló amablemente a Latban, que se había arrastrado hasta los pies de la cama.
“Como se esperaba del Comandante del Ejército del Templo, te arrodillaste por el bien de un subordinado tuyo. Estoy llorando por tu dedicación».
«… Por favor, salve al Vicecomandante».
«Sí, por supuesto. ¿Cómo podría ignorar tu sinceridad cuando ya te arrastraste hasta aquí como un perro?»
La risa de Yvelina resonó en el silencio, como si no pudiera contener su alegría. Ese día, afortunadamente, el Vicecomandante pudo vivir. Pero incluso con el Poder Sagrado de Yvelina, fue imposible tratar sus heridas por completo. Aunque su vida se había salvado, ya no podía sostener una espada y regresó a su ciudad natal.
Después de ese día, Latban ya no buscó a Yvelina. Yvelina tampoco lo llamó. A los sacerdotes les preocupaba que los dos con los puestos más altos en el templo se hubieran separado por completo, pero nadie podía arreglar su relación.
***
“¿Por qué demonios hiciste eso…?”
Solo pude suspirar después de pensar en el contenido de la novela. El Comandante Latban fue un caballero ejemplar. Era un caballero que no tenía codicia personal y solo buscaba un honor noble. Y, sin embargo, Yvelina se había burlado de alguien así diciéndole que rompiera las reglas del templo y se arrastrara por el suelo delante de todos.
‘¿Puede mi relación con él mejorar incluso si lo intento?’
Mi plan inicial de ‘mejorar las relaciones con los protagonistas masculinos’ comenzaba a parecer ridículo.
Mi relación con Latban, que está en el mismo templo, ya es así, entonces, ¿qué tan complicada debía ser mi relación con León, que está en el palacio imperial, y Aslan, que está en la torre de los magos?
Continué dibujando círculos alrededor de los nombres de los protagonistas masculinos con una mirada en blanco mientras pensaba.
Toc, Toc.
Escuché un golpe en la puerta del estudio, y pronto escuché las voces de los sacerdotes afuera.
«Santa, el Sacerdote Carus quiere verte. ¿Qué harás?»
Todavía no me había acostumbrado del todo a la vida de Yvelina. Por lo tanto, les pedí a los sacerdotes que custodiaban la puerta que rechazaran a cualquiera que pidiera verme para evitar en lo posible interactuar con la gente. Ellos lo aceptaron sin dudarlo, porque Yvelina no era alguien que disfrutara conocer gente en primer lugar.
Desde entonces, no me habían informado de la visita de nadie.
Sacerdote Carus, ¿eh?
También era un nombre que había visto varias veces en el libro. Debe ser un personaje muy importante, ya que está buscándome incluso cuando he declarado que no veré a nadie. Me preguntaba si debería verlo o decirle que se fuera, pero terminé diciéndoles a los sacerdotes que lo dejaran entrar por ahora.
«Dado que hay personas que necesito ver de todos modos, será mejor verlas una por una y descubrir poco a poco qué tipo de personas son».
Guardé el papel con los nombres de los protagonistas masculinos y el de Iris, y me dispuse a saludar al Sacerdote Carus.
Pronto, la puerta se abrió y entró un hombre enorme de mediana edad.
‘Es uno de los Sacerdotes Principales’.
A juzgar por su túnica, era uno de los pocos Sacerdotes Principales del Gran Templo. La estructura del templo comienza con la Santa en la parte superior, y el Papa, Sacerdotes Principales, Sacerdotes de Clase Media, Sacerdotes de Clase Baja y Sacerdotes comunes. El Ejército en el que estaba el Comandante Latban tenía una jerarquía diferente a la de los sacerdotes.
De todos modos, el hombre llamado Carus que acaba de entrar ahora era alguien con un estatus bastante alto. Entró en el estudio e inclinó profundamente la cabeza, siguiendo la etiqueta del templo.
«Carus, el siervo de Dios, de pie en el tercer escalón, saluda a la Santa».
«Por favor, levanta la mirada».
Aunque sabía cómo actuar por los recuerdos de Yvelina, me ponía nerviosa al conocer gente así. Pensaba que alguien se daría cuenta de que algo estaba mal y gritaría ‘¡Ella es la falsa Santa!’ en cualquier segundo.
Para mi alivio, el Sacerdote Carus no dijo esas cosas, pero me miró después de ponerse de pie.
“¿Por qué pediste verme? He anunciado que no vería a nadie por el momento».
¿Sería esto lo suficientemente similar a la forma de hablar habitual de Yvelina? Hablé con indiferencia, como si estuviera molesta, con mi voz llena de arrogancia.
“Sé que no debes sentirte bien ya que perdiste el conocimiento durante mucho tiempo, pero vine a escuchar tu decisión sobre el tema con el sacerdote a cargo de la Reunión de Oración…”
“…¿Reunión de Oración?”
Miré desesperadamente mis recuerdos cuando mencionó una Reunión de Oración.
«Ah…»
Unos momentos después, presioné mi frente con frustración. Hubo una ocasión que mostró exactamente lo irresponsable que era Yvelina después de la pelea con Latban. Esta fue la Reunión de Oración. Este era un gran evento que se celebraba una vez al año en el Templo, y era el único día en el que la gente común podía entrar a la plaza central del Gran Templo. Y durante este evento, la Santa, Yvelina, debe rezarle a Dios junto a todos.
Eso fue lo que debería haber sucedido.
Atrás | Novelas | Menú | Siguiente |