Episodio 17.2
“Gelda, Dios mío… ¿De verdad eres tú, Gelda?” (Maurice)
No podía moverse porque no tenía fuerzas en su cuerpo ya relajado. Sin embargo, Maurice sostuvo con fuerza la mano que cubría el rostro de Gelda como si nunca fuera a soltarla.
“Gelda. Eres Gelda, ¿verdad? ¿Es eso correcto? Arghh… No puedo creer que estes realmente viva. Ni siquiera sabía que estaba viva así… Háblame, Gelda. Eres tú, ¿verdad? Eres tú, ¿verdad?” (Maurice)
Maurice, que sollozaba lleno de sorpresa y con lágrimas en el rostro, continuó acariciando la mejilla de la silenciosa Gelda, pidiéndole que respondiera. Gelda cruzó la mano sobre la de Maurice.
“Maurice… ¿Cómo has llegado hasta aquí…?”
“Gelda…” (Maurice)
Tan pronto como su nombre salió de la boca de la mujer, Maurice la abrazó apasionadamente. Gelda, que le daba palmaditas en la espalda mientras él seguía murmurando con incredulidad, recobró el sentido primero y se dio cuenta de lo que los rodeaba.
“Maurice. Vamos a otro lugar. Aquí hay muchos ojos…”
Desde las mujeres del castillo hasta el mayordomo principal que los observaba desde lejos. Gelda, que lo miraba a los ojos con numerosas preguntas, se levantó y apoyó a Maurice.
Maurice, que se había desplomado un par de veces como si hubiera perdido por completo sus fuerzas, pudo escapar de las decenas de miradas apoyándose en el brazo de Gelda. Mientras caminaba con dificultad como si estuviera aturdido, Maurice agarró con fuerza la mano de Gelda y no la soltó.
Nunca pensó que encontraría a su amante en el Castillo de Voledour, a quien creía muerta, o mejor dicho, sobre quien le dijeron que estaba muerta.
Tuvo una sensación extraña. Desde el momento en que recibió la petición del Duque Andrea de dibujar y traer de vuelta un retrato del Marqués de Morenheitz, su corazón empezó a latir con fuerza sin motivo alguno.
Fue lo mismo durante todo el viaje al Imperio Rüngen, que abandonó después de prometer no volver a poner un pie nunca más. Calmó su mente pensando que simplemente sentía nostalgia y quería visitar su ciudad natal al menos una vez antes de morir.
Después de irse, vivió sin siquiera pensar en ello ni girar la cabeza en esa dirección.
Pensó que este repentino anhelo era el resultado de envejecer. Incluso cuando en la habitación del Marqués vio a una mujer que se parecía a la persona que extrañaba…
“Gelda…” (Maurice)
Gelda, que se dirigió hacia uno de los innumerables arroyos que fluyen alrededor del Castillo de Voledour, se detuvo de repente y no pudo avanzar más ya que ella y Maurice quedaron detenidos en el suelo de tierra.
“Eso…”
La comprensión golpeó la mente de Maurice como una tormenta que había llegado de repente sin previo aviso.
‘Si Gelda, que se creía muerta en Yura con la Princesa, está viva… Entonces…’ (Maurice)
“Ella también… Sobrevivió… ¿Está aquí?” (Maurice)
La musa de Maurice Boucher, considerado el mayor pintor vivo. <dark.imreadingabook.com> Una mujer con cabello más rojo y hermoso que cualquier rosa en el mundo se superpuso con los fríos ojos azules que vio en la oficina del Marqués hace un momento, creando una imagen residual.
Emoción, miedo y alegría. Numerosas emociones que no podían combinarse en una sola surgieron en las pupilas de un hombre que vivía una realidad entumecida como un anciano a punto de morir.
Maurice apretó con todas sus fuerzas la mano de su amante, a quien había visto por primera vez en más de una década.
“Dios mío, eso… ¿es todo?”
* * * *
En la oscuridad del Castillo de Voledour, se encendieron los candelabros. Balt leyó el informe publicado por Lloyd, que llegó de Weimar, mientras escuchaba el crujido de una pluma.
Cuando el crujido cesó, Balt, como de costumbre, miró hacia el escritorio donde estaba su mujer. Claire, que había llenado una hoja de papel con una escritura clara, colocó una hoja nueva sobre el escritorio y trazó una línea con un bolígrafo sin tinta.
Balt, con la cabeza inclinada apoyada en el dorso de la mano, observaba en silencio cómo Claire escribía y organizaba documentos con habilidad. Mantener a Claire en su oficina hasta esa hora significaba que pasaría la noche en su habitación en lugar de en la torre.
Podría llevarla a la cama ahora mismo, como eras su propósito original. Sin embargo, a partir de algún momento, Balt empezó a disfrutar de momentos como este. Un momento de tranquilidad con Claire frente a sus ojos.
Su descaro, como si estuviera tan absorta en el trabajo que se hubiera olvidado de que él estaba en la misma habitación, tampoco estaba mal. Claire, que no se daba cuenta de lo que está haciendo, suele mostrar una gran variedad de expresiones faciales.
A veces hace una pequeña arruga en el puente de la nariz y, cuando está preocupada por algo, muerde suavemente la punta de la pluma con los labios. Hay ocasiones en las que lo mastica con la barbilla apoyada en la mano, haciendo movimientos extraños con la boca.
Ella no debe saberlo. En días como estos, Balt traza sus labios con más insistencia.
Parece que hoy tenía muchas cosas en la cabeza. Claire, que no podía concentrarse con facilidad, a menudo cometía errores y suspiraba mucho. En días como este, sus hombros a menudo caen fácilmente. Como ahora.
Si no va a poder concentrarse, quizás sea mejor que simplemente termine y se vaya a la cama. Sin embargo, Balt cambió de opinión para admirar un poco más a Claire. Porque es bastante satisfactorio ver a Claire, que tiene pensamientos complicados.
En cambio, cuando los hombros de Claire volvieron a caer, decidió hablar intencionalmente con ella y darle un respiro.
“Los caballeros dijeron que el padre de los niños está bastante familiarizado con el manejo de un barco.”
“…Es porque creció en una isla.” (Claire)
“Creo que debería seguir confiándole el comercio con Weimar. Parece ser todo un líder para los demás marineros.”
Entonces ya no tendrá que andar merodeando detrás de Claire.
“El carece de sentido de la responsabilidad. No es adecuado para ese tipo de posición. No tienes que preocuparte por eso.” (Claire)
De repente se le ocurrió una pregunta a su mujer, que es tan fría como el aire del invierno incluso cuando llega la primavera.
“¿De qué color era originalmente?”
En lugar de preguntar de que estaba hablando, los ojos azules se encontraron con Balt. Le dio una mirada tranquila y señaló su cabello con la mano.
“Tu cabello.”
Claire, que miró a Balt por un momento, respondió con calma.
“Es rojo. Es simplemente caótico.”
‘Esperaba que sea algo así. Creo que ese color le quedaría bien.’
Balt sonrió, satisfecho de que su suposición fuera correcta.
“Te conviene.”
Después de resolver su curiosidad, Balt pronto volvió su mirada hacia los documentos y Claire volvió a mover su pluma.
Pero, aunque sea por un momento.
“Claire…”
Claire volvió a levantar la vista cuando escuchó una voz baja que no podía decir si la estaba llamando o simplemente murmurando para sí mismo.
“Marquesa de Morenheitz.”
Balt, que miraba los documentos como si estuviera hablando solo, murmuró en voz baja.
“Armoniza bien. Ese nombre.”
‘Marquesa Claire Morenheitz.’
Las comisuras de la boca de Balt dibujaron una línea suave, como si estuviera satisfecho con la textura y el sonido de las palabras que rodaban en su boca. También terminó la preocupación sobre cómo anunciar oficialmente el nombre. Las líneas alrededor de su boca se volvieron más oscuras.
No es porque le molesten las solicitudes de matrimonio que llegan de todas partes. No es porque se sienta agobiado por el hecho de que la hija del Archiduque se quede en el Louise Hall.
‘Sólo quiero hacer esto ahora.’
‘Decidí que mi mujer se quedara en Rubens Hall en lugar de en la Torre del Heredero. Un lugar donde no es necesario salir del castillo principal, caminar por el sendero y recorrer las calles laterales durante mucho tiempo.’
‘Quiero ubicar a Claire en algún lugar al que se pueda llegar caminando por el pasillo que conecta con mi dormitorio.’
“…El Conde Schwabben me dijo.” (Claire)
Al ver que su voz, que salía con muchas pausas y temblaba bastante, parecía claro que Claire sentía una emoción diferente a Balt, que solo estaba teniendo una agradable fantasía.
“Que… No sea codiciosa con lo que no es mío. La codicia excesiva hace que todos sean infelices.” (Claire)
“Mi Padrino, cometió un error. Semejantes palabras más bien instigan mi terquedad.”
Balt, que respondió con dureza, tomó la última página del documento y continuó leyendo.
“Si realmente quisieras que te abandonara, deberías haberme hechizado y animado a tener tres hijos.”
“También dijo que la razón por la que el imperio está así es gracias a la impotente Emperatriz.” (Claire)
“Mi padrino y yo siempre tenemos diferentes opiniones al respecto.”
Balt, que dejó los documentos que sostenía, se dirigió hacia donde estaban alineadas las botellas de alcohol y sirvió vino en dos vasos. Llevó los dos vasos llenos con ambas manos, dejó uno sobre el escritorio de Claire y sació su sed con el suyo.
“¿No sería bueno decir que la razón por la que el imperio se encuentra en este estado es por la muerte prematura de Su Majestad el Emperador? Usar a la impotente Emperatriz como excusa es un juego de palabras. Tiendo a pensar que Su Majestad el Emperador no era una persona que tuviera mucho interés en cosas como el imperio o el poder en primer lugar.”
Hasta donde Balt sabía, el primer Emperador del imperio, Nicolás Rüngen, no era un noble de carácter perfecto que valorara el deber o el honor como dicen los rumores. En todo caso, podría haber despreciado esas cosas.
Más de la mitad de las estereotipadas historias heroicas del Emperador que Balt creció leyendo, estaban impulsadas principalmente por las intenciones egoístas del escritor. Sin embargo, con sólo mirar algunos incidentes que quedan como leyenda, poden hacerse una idea de lo autoindulgentes que eran. Bueno, ese era un hechizo que no sólo hacía hervir la sangre de las mujeres, sino que incluso hacía hervir la sangre de los hombres.
Pura pasión y coraje imprudente. ¿Hay algo más que entusiasme tanto a los hombres que algo tan sencillo como eso?
Lo había visto innumerables veces. Los planes perfectos basados en una razón sobria colapsan en una locura inexplicable.
Nicolas Rüngen era un hombre que tenía una habilidad especial para hacer hervir la sangre de los demás. Así pudo convertirse en Emperador, pero no se aferró a esa posición ni renunció al amor.
Quizás quería tirarle el molesto trono a alguien que lo quisiera y desaparecer silenciosamente con la mujer que le importaba. Si fuera él, podría haber hecho precisamente eso.
“Me pregunto qué significó para él la sucesión y el futuro del imperio. Habría sido difícil cuidar de una mujer joven con la que tenía más de diez años de diferencia.”
“16 años.” (Claire)
“¿Qué?”
“Ellos dos tenían una diferencia de edad de 16 años.” (Claire)
Es una persona digna de respeto en muchos sentidos. Nicolás Rüngen.
* * * *
Nameless: No se los he comentado… Pero me encanta que Balt llame a Claire: ‘mi mujer’.
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