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MCER- 36 Ernest: La formación de un rey.

30/01/2021

Hace veintinueve años, un caluroso día de verano, nació Ernest. Fue el tercer hijo de la pareja real y el primer hijo varón.

Como príncipe, tuvo muchas obligaciones a medida que crecía. Los deberes de un real no eran del todo divertidos. Aun así, no hubo problemas con la comida ni con la ropa. Sabía que la vida que vivía provocaba una gran envidia en muchas personas. Como miembro de la realeza, apreciaba esto. Pero aunque comprendió que tenía suerte, aún le hubiera gustado huir, porque sentía que su vida, a su tierna edad, era dura.

-Bueno, bueno, mira a quiénes tenemos aquí-

Ernest había ido a la biblioteca a buscar materiales para la tarea que le había dado su tutor. Solo había empujado la puerta para entrar cuando escuchó la voz familiar detrás de él.

Se volvió para ver a sus hermanas mayores; Tierra y Lucía.

-Tierra, Lucia…-

Las dos jóvenes lo miraron; lo miraron como si hubieran encontrado una presa digna de intimidar.

-Ernest, parece que no tienes nada que hacer-. Tierra dijo maliciosamente: – Estoy ocupada preparándome para una fiesta de té; Necesito que termines mis asignaciones y tareas para el final del día – dijo ofreciéndole sus libros.

-Qué astuta, hermana mayor. Bueno, Ernest, el mío también-. Lucía agregó

Sus dos hermanas mayores siempre le imponían sus asignaciones. ¿Qué importaban las ceremonias del té? ¿No es solo para ridiculizar a otros y escuchar chismes?

-Hermanas mayores, nuestro tutor estableció las asignaciones para su mejora. Así que… tengan la amabilidad de hacerlo ustedes mismas-.

Pero Tierra se había puesto celosa de la excelencia emergente de Ernest y respondió: – ¿Qué? Eres solo una pieza de repuesto. ¿Estás usando eso para rechazarme? – Su tono agudo le atravesó los tímpanos.

-No, no estaba tratando de… – respondió Ernest alejándose de ella.

-Hermana, cálmate- Lucía dijo sobre los dos: – Ernest, cálmate también-.

-Estoy seguro de que solo le preguntaste a Ernest por error, ¿verdad?- Preguntó Lucía.

-¿Lucía…?-

-Porque, hermana, eres la próxima gobernante de nuestro país. Este tipo de cosas debería ser fácil de lograr para ti-. Lucía dijo con un aire de confiada exasperación. Aunque Ernest pensó que estaba aprovechando la oportunidad para sacar a Tierra de la frustración acumulada por seguirla obedientemente.

-Debería haber estado de acuerdo desde el principio; deberías estar feliz de usar los cerebros reconocidos por madre y padre-. Tierra dijo sarcásticamente. Con un resoplido de resentimiento, recuperó sus libros escolares, giró sobre sus talones haciendo que su hermoso vestido se balanceara a su alrededor y se alejó.

Lucía la siguió rápidamente.

Parecían encontrar divertido usar a su hermano para aliviar sus triviales disputas cotidianas.

Ernest suspiró una vez que se perdieron de vista y entró en la biblioteca.

Son las peores.

Sus padres solían estar fuera para cenar, por lo que los cuatro niños cenaron solos. Rosemary todavía era una bebé con menos de uno año. Mientras todos comían tranquilamente, la tercera princesa, Lydia, hinchó las mejillas con disgusto.

-Odio esta verdura-. Se trataba de espárragos marinados en un adobo de pimentón y limón.

La marinada cubrió el sabor de las verduras con la acidez del limón; A Ernest tampoco le gustó. También quería evitar las cosas que no le gustaban. Pero la comida la había preparado el chef a cargo de la salud de Ernest. No podía dejarlo sin comer.

Los ojos grises de Lydia brillaron cuando vio a su hermano mayor comiendo la comida, – Hermano, parece que te gusta este adobo-.

-No, Lydia, a mi tampoco…

-Te daré mis espárragos que tanto te gustan-. Lydia dijo poniendo sus espárragos sin comer y adobo en su plato sin escucharlo.

Había estado comiendo la comida tratando de no pensar en ello.

Ernest trató de devolver la comida, pero Tierra levantó sus labios rojos en una mueca de desprecio como un diablillo.

-Oh, Ernest, debes estar muy feliz de tener una hermana tan amable como Lydia-.

-¿Tierra…?-

-Por algo. Se te reconoce como candidato al trono, ¿cómo no aceptar la delicada bondad de tu hermana menor?-

 Tierra sabía muy bien que a Ernest no le gustaba la marinada.

Lucía sonrió con maliciosa alegría.

La cuarta princesa, Pricila, también dijo: – ¡Eso es injusto, Lydia! Ernest, Pricila también te dará toda mi marinada y mis espárragos-.

Saltó de la silla y acercó el plato a Ernest. Ella era inocente de las maquinaciones de Tierra; ella solo quería deshacerse de la marinada.

-Vaya, Pricila es una chica tan buena-. Dijo Lucía.

-¿Lo soy realmente? ¿Soy realmente una buena chica, Lucy?-

-Sí mucho así-

-Sí, le di a Ernest la marinada-.

-Maravilloso, Priscilla. ¿No es así, Ernest?- Lucía se rió burlonamente mientras se acomodaba el cabello castaño rojizo detrás de la oreja. No tenía el pelo plateado como su hermano, que era un rasgo de la realeza de Berghausen.

Sus dos hermanas mayores se alegraron mucho del desconcierto de Ernest. En verdad, sus hermanas menores eran inconscientemente similares a sus hermanas mayores; se complacieron mucho en torturar a Ernest.

Sus hermanas mayores eran viciosas.

Sus hermanas menores eran astutas.

Viviendo en un ambiente tan miserable; Ernest no pudo contraatacar.

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