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«¿Qué?»
«Las piernas, sepåralas».
Dicho esto, con los brazos que sostuvo mis tobillos, me abrió las piernas, como si no pudiera esperar mås. Mis piernas se abrieron como una muñeca flåcida. Al mismo tiempo, mi parte inferior mojada emitió un sonido seco.
El aire frĂo rozĂł la zona hĂșmeda. La sensaciĂłn me obligĂł a temblar con mis piernas sostenidas por Ă©l. VolvĂ a sentir el goteo de parte inferior.
Aslan mirĂł con atenciĂłn esta parte de mi cuerpo, como si siempre la hubiera visto. Sus pupilas se estrecharon verticalmente.
«¥……!»
Por primera vez, me estremecĂ ante los ojos de un animal que me miraba fijamente. SabĂa que su ira desde el momento en que entrĂł se estaba volviendo mĂĄs fuerte.
«¿Es él?»
«¿Si…?»
«¿El bastardo que probó tus labios antes de que yo llegara te mojó as�»
Sus palabras me recordaron a Latban respirando con dificultad debajo de mĂ. Y supe por quĂ© Aslan estaba enfadado.
«Oh, no… yo… ÂĄAslan!»
Aslan no esperĂł mi respuesta. En su lugar, puso mis piernas sobre mis hombros. Debido a eso, mi cintura se doblĂł al mĂĄximo y se elevĂł en el aire.
«¿Qué estås tratando de hacer?»
No tenĂa idea de quĂ© diablos iba a hacer. Mientras estaba forcejeando con mis brazos y tratando de desdoblar mi cuerpo de alguna manera. Aslan agarrĂł el interior de mi muslo, lo abriĂł todo lo que pudo y enterrĂł su rostro.
«¥Aslan!»
LlamĂ© su nombre con un grito, pero su lengua, que tocĂł mi clĂtoris, penetrĂł en mi cavidad sin vacilar.
«¥Uf! ¥Uf!»
Un rayo golpeĂł mi cabeza por un momento. Mis ojos se volvieron blancos y mi cuerpo temblĂł intensamente.
«Oh, oh, oh…»
Un sonido extraño saliĂł de mi boca que no podĂa cerrar. Ante una sensaciĂłn repentina e intensa, intentĂ© retorcer mi cuerpo todo lo que pude, pero su mano agarrĂł mi pierna y me apretĂł aĂșn mĂĄs.
Codiciaba mi vagina con su boca sin dudarlo. En el momento en que su lengua, que habĂa estado chupando, presionĂł profundamente, una corriente estallĂł ante mis ojos.
«¥Ah…!»
Hubo un estallido constante de amor. Cuanto mĂĄs luchaba, Ă©l enterraba su rostro mĂĄs profundamente. Penetraba cada vez mĂĄs en las grietas de mi interior. Cuando vi al intruso, me asustĂł la intensidad. Pude sentirlo retirarse con un breve movimiento de su lengua.
«Debe haber codiciado solo tu boca porque tu parte inferior estå llena de tu olor».
Aslan, que dijo eso, humedeciĂł sus labios con los mĂos y se quitĂł la ropa.
Hubo un desgarro en la tela. Y mis piernas, que estaban sobre mis hombros, se encontraban sobre la cama. En el momento en que pensĂ© que habĂa tomado un pequeño respiro, Ă©l, todavĂa situado entre mis piernas, volviĂł a tomarlas y las envolviĂł alrededor de su cintura.
«Oh….»
SentĂ la punta de su pene introducirse entre mis hĂșmedos pliegues. Aslan se inclinĂł hacia adelante y me penetrĂł con su largo y grueso glande sin dudarlo.
«Oh Dios mĂo….»
Es grande. Definitivamente mĂĄs grande que la Ășltima vez.
SacudĂ la cabeza en el momento en que su pene, que era mĂĄs grande de lo que recordaba, me penetrĂł sin reparos.
«Oh, me duele…»
Me pareciĂł escuchar cĂłmo se partĂa mi cuerpo. SonĂł como si algo se rompiera. Me aturdiĂł la experiencia de su pene caliente en mi interior. Aslan susurrĂł en mis oĂdos con una voz turbia.
«Me aseguraré de que sepas lo que significa ser mi mujer».
Al mismo tiempo, moviĂł sus caderas.
«¥Uf! ¥Uf!»
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Perspectiva de Aslan
La luz de la luna se extendiĂł sobre su espalda blanca. Su cabello rubio que se balanceaba de un lado a otro, brillaba con la luz. RecogĂ su cabello dorado con una mano y entonces como jadeaba con su cuello blanco debajo de mi. Para ser exactos, la parte posterior de su cuello blanco. La piel de la Santa, que estaba tan limpia como la nieve, y sin imperfecciones, ahora tenĂa marcas de color rojo.
Por supuesto, eso era todo lo que yo habĂa dejado atrĂĄs.
VolvĂ a mover mis caderas, mientras disfrutaba del tacto de su suave cabello en mis manos. ÂĄMi pene presionĂł la parte mĂĄs profunda del interior de la Santa!
«Oh…»
En el clĂmax, su cuerpo se estremeciĂł y me apretĂł. Esa sensaciĂłn hizo que mi cuerpo empujara contra el suyo con todas mis fuerzas. Sus caderas blancas y exquisitas y mis abdominales de piel oscura, se tocaban con fuerza . Su piel sudorosa se pegaba a mĂ. La agarrĂ© por la cintura con un brazo, como si no fuera suficiente.
«Suspiro…»
Poco despuĂ©s, la Santa levantĂł la cabeza y gimiĂł ante mi acciĂłn de apretar su cintura. Este sonido me obligĂł a levantar su cuerpo, que habĂa caĂdo sobre la cama, para mirarla. En un instante, los ojos de la Santa se abrieron de par en par mientras se sentaba sobre mi cuerpo. ParecĂa haber notado que mi pene se hacĂa cada vez mĂĄs grande y me dijo:
«Aslan… por favor…».
Me aferrĂ© al pecho de la Santa, fingiendo no escuchar su voz de sĂșplica.
Mientras ponĂa el extremo sensible entre mis dedos despuĂ©s de un largo tiempo de sufrimiento y lo frotaba suavemente, un sonido de los sollozos pronto se escapĂł de su boca. Como si temiera que los placeres que habĂa experimentado hasta ese momento volvieran a empezar. Sus dedos se retorcieron al final.
«¥Ahhhh!»
Al volver a recibir un gran estĂmulo en su cuerpo, ya agotado por la penetraciĂłn, la Santa moviĂł y retorciĂł su cuerpo. Como resultado, el sudor que habĂa en la punta de su barbilla cayĂł sobre la sĂĄbana con el movimiento fuerte y dejĂł una marca.
«Oh, vamos. Oh, Aslan…»
El murmullo de su voz se hizo mĂĄs pequeño. Sus ojos se pusieron blancos en el clĂmax y su visiĂłn se volviĂł borrosa, el cuerpo de la Santa se desplomĂł lentamente en mi pecho.
«Un poco mĂĄs….»
Mientras la Santa murmuraba esto, sus ojos se cerraron. Y se desmayĂł en mis brazos. La sostuve cuidadosamente cuando se desmayĂł. Aunque el conocimiento, la parte inferior se volviĂł mĂĄs apretada.
La acostĂ© con cuidado en la cama, en la que se habĂa quedado durante mucho tiempo. MirĂ© hacia abajo, y estĂĄbamos estrechamente entrelazados. DespuĂ©s de un breve chasquido con la lengua, me retirĂ© lentamente, revelando los genitales, que habĂan quedado atrapados en su estrecho espacio de carne.
Aunque ya habĂa soltado innumerables semillas, mi pene no mostraba señales de agotamiento. RetrocedĂ y abrĂ las piernas de la Santa caĂda. El orificio que habĂa estado mordiendo mi palo de carne durante mucho tiempo aĂșn seguĂa abierto, y el lĂquido blanco con el que habĂa llenado su interior estaba goteando.
Mi semen se habĂa secado entre sus piernas como un rastro de la aventura anterior. MirĂ© su estado actual con satisfacciĂłn. Y enseguida abracĂ© su cuerpo con un rostro inexpresivo y me tumbĂ© en la cama. Se sentĂa bien con el calor que llenaba de nuevo mis brazos. PodĂa sentir su respiraciĂłn entrecortada en mi pecho.
Debe haber sido duro para ti.
AsĂ es. No la dejĂ© descansar ni un segundo y descarguĂ© todo mi deseo. Sus gritos y gemidos solo hicieron que me endureciera aĂșn mĂĄs, no hizo que me detuviera.
«Pero….»
Me acerquĂ© al rostro de la Santa. Mientras agarraba su pelo desordenado y lo echaba hacia atrĂĄs, pude ver sus ojos hĂșmedos de lĂĄgrimas. Sus lĂĄgrimas volvieron a fluir mientras las limpiaba con la punta de mis dedos. Al verla asĂ, suspirĂ© y abracĂ© a la Santa. Al respirar sobre su estĂłmago, ella se estremeciĂł por un momento con una temperatura corporal desconocida y me abrazĂł como si no fuera a sentirse satisfecha pronto. Ese era el problema.
Es extraño.
Al parecer, la Ășltima vez me suplicĂł que me detuviera una y otra vez. Pero hoy la Santa me abrazĂł, y cada vez que enterraba mi pene dentro de ella, soltaba un lĂquido delicioso. AdemĂĄs, primero se acercĂł a mi cuerpo como si quisiera seguir haciĂ©ndolo. SentĂ curiosidad por su respuesta y la Santa me dijo entre lĂĄgrimas mientras intentaba morderla:
«¿No… no te gusto?»
Hasta aquĂ llegue, me largo a ser productiva, rueguen que termine rĂĄpido y le siga otro rato
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