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Perspectiva de LeĂłn
Llevaba un gran libro en mi mano. La Ășltima vez que hablĂ© con la Santa, tenĂa este libro lleno de ilustraciones de los lugares novedosos del continente que me parecĂan interesantes.
Hoy, iba a contarle de los lugares que no pude explicarle la Ășltima vez y a preguntarle si podĂa volver a ir a la ciudad fuera de la Santa Sede. AsĂ que entrĂ© en el estudio contento al ver que la Santa me recibĂa. Pero tan pronto como entrĂ©, me detuve. Era razonable que Latban estuviera dentro. Pero un hombre extraño con cabello largo pelirrojo se sentĂł en el sofĂĄ de manera arrogante y dijo:
«Este no es un hijo de puta del Templo».
No tuve mĂĄs remedio que abrir la boca de par en par al escuchar las palabras de un hombre pelirrojo que me miraba fijamente. Mi puesto era el de PrĂncipe Heredero del Imperio, y aunque suelo actuar con cierta tranquilidad. En la Santa Sede, nadie hablaba imprudentemente frente a mĂ a pesar de que dije que todas las personas en el mundo eran iguales. Incluso los asesinos me hablaban con honorĂficos, Âżesto? Hijo de… hijo de… hijo de… hijo de…
En el momento en que estaba a punto de fruncir el ceño, endurecĂ mi expresiĂłn mientras miraba al hombre. De alguna manera, pensĂ© que Ă©l era el hombre que dejĂł su rastro, la Ășltima vez que entrĂ© en la habitaciĂłn de la Santa con Latban. Tuve que lidiar desesperadamente con la repentina oleada de irritaciĂłn que estaba sintiendo . El desconocido se rio como si me estuviera ridiculizando.
La habitaciĂłn se llenĂł de una energĂa penetrante hasta el punto en que tuve que recuperar el aliento por un momento. Solo por eso, pude ver que este extraño era muy fuerte. E instintivamente supe que nunca deberĂa acercarme a Ă©l.
«QuĂ© estabas diciendo ahoraâŠÂ».
«¥Si sigues haciendo esto!»
GritĂł la Santa antes de que yo pudiera terminar de hablar. Luego se hizo a mi lado y puso su mano sobre mi brazo y dijo:
«¥ConseguirĂ© la ayuda del PrĂncipe LeĂłn!»
Mientras la Santa exclamaba esto, Latban y el hombre se quedaron quietos y en silencio. Al ver esto, cerré mi boca.
No sĂ© quĂ© quiere la Santa de mĂ. Pero ahora instintivamente comprendĂ que dejarlos callados era equivalente a ganar.
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Toc, Toc.
Miré hacia la puerta de la habitación y oà que llamaban a la puerta. El sol de la mañana brillaba intensamente, pero mis ojos miraban una escena diferente.
Una habitaciĂłn llena de oscuridad. Cuatro golpes. Gritos de miedo.
«Santa, ¿podemos entrar?»
Pero a diferencia de lo que veĂa, me despertĂ© rĂĄpidamente de esta ilusiĂłn, al escuchar las voces de los sacerdotes que esperaban afuera. En un instante, los alrededores encontraron su forma original. Y no quedo rastro de la escena anterior en la habitaciĂłn limpia y ordenada.
GirĂ© la cabeza y me mirĂ© al espejo. Lo que pude ver fue el cuerpo de Yvelina, que tenĂa un aspecto diferente al de sus recuerdos. Sin embargo, la expresiĂłn en el espejo era diferente a la de entonces. Esto era una cuestiĂłn de rutina. No sĂ© de quĂ© tiene miedo Yvelina. Pero me veo un poco un poco mĂĄs cĂłmoda despuĂ©s de los Ășltimos dos dĂas de descanso.
«Entra.»
Tan pronto como me quitĂ© la ropa y respondĂ al sonido del exterior, entraron los sacerdotes con tĂșnicas en sus manos. Mientras me atendĂan, recordĂ© las cosas que habĂan sucedido durante los Ășltimos dos dĂas.
Creo que de alguna manera de nuevo estoy en deuda con LeĂłn…
***
Ese dĂa, cuando finalmente salieron de la habitaciĂłn, LeĂłn me susurrĂł al oĂdo: «Por favor, siĂ©ntete libre de usarme para este propĂłsito». ParecĂa muy emocionado al respecto, pero mi corazĂłn se sentĂa pesado. Esto se debĂa a que recordĂ© las expresiones de Latban y Aslan al salir de la habitaciĂłn. La expresiĂłn de Latban cuando saliĂł de la habitaciĂłn se veĂa oscura al no obtener una respuesta.
Yo, la Santa, seduje a un Caballero del Templo. Pero al parecer Latban no se sintiĂł ofendido por esto. Puede que incluso mis acciones lo confundieran, pero no sentĂ ningĂșn desprecio u odio en la forma en su mirada. Y esa respuesta me confundiĂł.
SabĂa que Latban ahora estaba enamorado de mĂ, pero me di cuenta de que la profundidad de su enamoramiento era mayor de lo que pensaba.
Lo mismo ocurrĂa con Aslan.
Ăl firmĂł un contrato conmigo. Para ser exactos, firmĂł un contrato con la Santa. Yo sabĂa mejor que nadie cuanto deseaba tener un bebĂ©. ÂżAcaso no siguiĂł penetrĂĄndome incluso cuando estaba luchando?
De hecho, Ă©l venĂa a mĂ todo el tiempo y no tenĂa que mirar a otros humanos. Cuando estĂĄbamos en la cama, solĂa a hablar de cĂłmo querĂa llevarme a la Isla de los Magos. Y cuando me alejaba de Ă©l, Aslan me besaba en el hombro y me decĂa: «No te preocupes por lo que acabo de decir».
RecordĂ© la imagen de Aslan, antes de salir de la habitaciĂłn. Ăl estaba a punto de matar a LeĂłn. Y justo en ese momento sentĂ un dolor de cabeza, me quejĂ© y fruncĂ el ceño. Entonces Aslan se me acercĂł y me preguntĂł:
«¿Soy el culpable de tu dolor?»
«…No puedo decir que no.»
Era verdad que Aslan contribuyĂł en gran medida a mi dolor de cabeza. Pero, Ă©l no tenĂa toda la culpa de que me encontrara mal. AdemĂĄs, mi expresiĂłn no podĂa mejorar mucho cuando pensaba en las situaciones embarazosas que sucedieron antes por culpa de Aslan.
Después de mirarme durante mucho tiempo, Aslan se dio la vuelta y salió de la habitación. Incluso Latban se sorprendió al verlo salir mås fåcilmente de lo esperado.
‘…ÂżLo hizo porque estoy enferma?’
Ăl, que fingĂa no escucharme a pesar de que estaba luchando en la cama, ahora retrocedĂa tan fĂĄcilmente porque tengo dolor de cabeza. Me costaba imaginarlo. Pero no podrĂa haber otra razĂłn que lo explicara.
LeĂłn, que conducĂa a Latban y Aslan afuera para que yo pudiera descansar, me guiño un ojo antes de cerrar la puerta.
Después de que los tres se fueron, finalmente suspiré aliviada y me reà en vano.
Los tres eran los seres que mĂĄs temĂa cuando lleguĂ© por primera vez a este mundo.
Ellos eran los que me perseguirĂan hasta la muerte algĂșn dĂa. Estaba desesperada cuando decidĂ mejorar mi relaciĂłn con ellos de alguna manera antes de que pasaran los dos años. Porque ya existĂa una relaciĂłn retorcida o una relaciĂłn sin ni siquiera un punto de contacto. Pero igual intentĂ© ser su amiga de alguna manera. Y ahora las tres personas a las que tanto temĂa, me trataban bien y tienen sentimientos positivos hacia mĂ.
‘ÂżEsto es algo bueno?’
Me preguntaba si la situaciĂłn de Yvelina en este mundo habĂa cambiado porque yo actuaba diferente a la del libro. El problema es que no sabĂa que habrĂa al final de este cambio de direcciĂłn.
‘No, tal vez nada haya cambiado’.
Lo que mĂĄs temĂa era eso. Que esto fuera solo un pequeño giro, y que el final siguiera siendo el mismo.
Todo lo que querĂa dos años despuĂ©s, era la sensaciĂłn de que no morirĂa.
En el desierto, donde no habĂa gota de agua, solo querĂa un balde de agua para que no muriera. Y de un momento a otro, un rĂo apareciĂł frente a mĂ para mojarme los tobillos. Pero no podĂa simplemente saltar al rĂo con placer. Porque podrĂa ser que ese rĂo no me llegara hasta los tobillos, sino que la profundidad del rĂo fuera mĂĄs allĂĄ de mi cintura, o de mi pecho, y me tragara por completo al dar un paso.
Pero, Âżpuedo saltar de alegrĂa? Incluso por un rĂo que podrĂa volver a secarse algĂșn dĂa.
***
Mientras tanto, las manos de la doncella, que me habĂa estado vistiendo con tĂșnicas, se habĂan alejado. MirĂĄndome al espejo, pude ver la tĂșnica colorida que usĂ© en la reuniĂłn anterior de nuevo sobre mi cuerpo.
Finalmente, todos los candidatos para la elecciĂłn de Sumo Sacerdote se reunieron en el SalĂłn. AsĂ que ahora comienza la larga reuniĂłn para elegir un comisionado suplente.
Por fin voy a ver personalmente al Sacerdote Carl.
Mientras me dirigĂa a la puerta, pensĂ© en Ă©l. En lo que habĂa visto en la memoria de Yvelina. Un hombre que se veĂa impecable en cualquier lugar de sus recuerdos. Y por supuesto, todos confiaban en Ă©l y lo respetaban.
AdemĂĄs, Âżno fue lo que decĂan las enseñanzas mĂĄs bĂĄsicas del Templo? Sin embargo, en el momento en que me acordĂ© del recuerdo de escuchar su voz sin verlo, se me puso la piel de gallina por todo el cuerpo.
El sonido hĂșmedo que se escuchĂł junto con la voz de darle poder a los que no lo tenĂan como Representante de Dios. Y los gemidos de Yvelina. PensĂ© en una escena en mi cabeza, pero neguĂ© con la cabeza. Yvelina era una Santa. Nadie podĂa obligar a Yvelina a hacer algo. Si ella hacĂa algo, lo hacĂa porque querĂa.
Cuando abrà la puerta tocando mi brazo erizado, miré a mi alrededor por costumbre.
«OhâŠ.»
Dejé escapar un breve suspiro porque me sentà arrepentida de no ver a nadie mås a la vista que los nuevos sacerdotes.
ÂżPor quĂ© pensĂ© que habrĂa alguien mĂĄs?
Latban, Aslan, LeĂłn. ÂżPor quĂ© pensĂ© que algunos de ellos me esperarĂa frente a la puerta de mi habitaciĂłn? Primero quiero alejarlos y ahora quiero que estĂ©n aquĂ. Me reĂ de mĂ misma.
‘Esto es algo normal’.
Nuestra relaciĂłn nunca estuvo destinada a ser y va a desaparecer algĂșn dĂa. No deberĂa tener grandes expectativas.
‘ÂĄTengo que acostumbrarme’.
RecordĂ© la existencia de Iris, que habĂa estado allĂ por un tiempo y la habĂa olvidado. Latban, Aslan y LeĂłn son los que necesitan a la Santa. AsĂ que no se pueden quedar al lado de una falsa Santa.
MirĂ© el lugar vacĂo una vez mĂĄs y seguĂ adelante.
ok esto estuvo confuso, no dice mucho de como se encontraron los 3, les juro que no soy yo, no creo que omitiera ningĂșn capĂtulo, creo, seguĂ todo el raw normal pero dice esto, mejor me duermo, bye.
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