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Amdv – Capítulo 16

17/09/2023

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—Me preguntaba por qué es tan tarde…

 

El hombre que se había inclinado enderezó la parte superior de su cuerpo. Dahlia tuvo que levantar la cabeza para mirarle a los ojos.

Su mirada recorrió los botones dorados de su uniforme blanco, deteniéndose en el cuello pulcramente abotonado. Cuando volvió a mirar hacia arriba, a lo largo de la afilada mandíbula, vio la máscara suavemente sonriente del Archiduque Ethelred.

Un hombre con un barniz terrible, en efecto, y un hombre que podía estar en cualquier parte y disfrutar de la situación a su antojo.

Pero Dahlia no se dejó engañar. Sabía lo malo que era este hombre, lo despreciable que era la naturaleza detrás de ese rostro apuesto.

Justo antes de separarse en Tezeba, le contó lo que era la guía inversa, y fue una experiencia dolorosa, como si le destrozara el alma. Era un trauma que no quería volver a experimentar.

Con una mirada aterradora a Jürgen, Dahlia soltó el collar. Luego, con una sonrisa relajada, se acercó un paso.

 

—El Conde Von Klose debe estar preocupado cuando envió a la joven a la capital.

 

La mirada de Jürgen se posó directamente en el collar de Dahlia. Incluso sonrió ligeramente, como si supiera lo que era la joya.

No, por supuesto que sabía, quién era este hombre.

Él miró fijamente la gema roja ardiente en su collar, luego extiende su brazo.

 

—Estaba pensando en dar un paseo, ¿te gustaría acompañarme, o te invito al primer baile.

 

Ante la mención del primer baile, los ojos de los nobles, que momentos antes habían estado apreciando su atuendo y sus joyas, se clavaron con más atención.

Dahlia decidió aprovecharse de la fabricada buena voluntad de Jürgen, le puso la mano en el brazo a modo de aceptación.

 

—Debo decir que me sentía un poco sofocada, así que gracias por su consideración, milord.

 

—Es un honor, mi señorita.

 

Sintiéndose como si estuviera en el escenario de un teatro, Dahlia cruzó el salón de baile con él. Podía sentir la respiración de Jürgen agitándose en su oído mientras caminaban, los ojos de los nobles tan atentos, su mirada al frente.

 

—¿Por qué estás nerviosa?

 

Al oír su voz afectuosa, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Dahlia. A los ojos de los demás, parecería que el joven Gran Duque Ethelred la estaba cortejando.

Dahlia puso cara de dama noble y elegante, como le habían enseñado, y respondió.

 

—No sé a qué se refiere, lord Ethelred.

 

—Eres una buena actriz.

 

—Todo gracias a usted, milord.

 

—¿Gracias a mí?

 

—Sí. Gracias a usted.

 

Los nobles los miran, estupefactos por su comportamiento afectuoso. Era tal y como habían esperado. Los dos se miraban con cariño y dejaron la sala de banquetes indiscretamente.

Una vez fuera de la frescura del salón de baile y en el jardín nocturno, donde el calor del verano era sofocante, ella le soltó el brazo y se apartó de Jürgen.

Él la miró mientras huía y rió triunfante.

 

—Estás siendo todo un villano

 

—¿Soy un villano? ¿No es un poco duro para alguien que te rescató de un sofocante salón de baile?

 

—Eres tan insolente como siempre, Lord Ethelred.

 

Los dos continuaron mirándose fijamente.

Un suave resplandor brotaba de las bolas de cristal repartidas por todo el jardín imperial.

El número de magos había disminuido desde que se redujo el poder de la Torre, pero aún quedaban muchos al servicio imperial. Dahlia contempló maravillada los cristales mantenidos por el poder mágico.

 

—Incluso así…. no quería bailar delante de todos, pero gracias por salvarme.

 

—Eso sí que es honestidad.

 

Ella se giró y sonrió, abriendo bien la falda para dar un ejemplo. Mitad burlona, mitad tratando de aligerar el ambiente.

Jürgen pensó en su pelo color miel, que se mecía ligeramente a cada paso.

El vestido color canela que tanto se había esforzado por mantener oculto, era un color reservado a la alta nobleza desde tiempos inmemoriales.

Cuánto tiempo llevaban siendo nobles, y cuánto tiempo llevaban existiendo sus familias, ni siquiera merecía la pena calcularlo. El Conde Von Klose por el contrario, era una de las cinco grandes familias que habían sostenido al imperio durante tanto tiempo como Ethelred.

 

“Juzgar a una familia así por un solo vestido y unas pocas joyas, y luego menospreciarla con sus sucias lenguas. Si el Emperador hubiera estado presente, no se habrían atrevido a poner los ojos en ella”.

 

—Bueno, ya que nos hemos encontrado de nuevo… Por favor, discúlpate. La última vez me guiaste a la inversa.

 

Jürgen arrugó la frente ante su arrebato.

 

—Ah, eso.

 

—Sí. Me sentí terriblemente ofendida, desagradable, como si nunca antes hubiera sentido algo así, y…. Fue horrible.

 

Sus ojos se entrecerraron, y miró a Jürgen, involuntariamente envolviendo sus brazos alrededor de su estómago. Pero hoy, por suerte, el sello no se había disparado, sólo el débil zumbido del collar rojo sangre resultaba incómodo.

 

—Le pido disculpas, jovencita.

 

Le besó el dorso de la mano con buenos modales y luego bajó educadamente la mirada. Era una forma impecable de no establecer contacto visual hasta que le dieran permiso.

 

—… Disculpa aceptada.

 

Cuando ella asintió a regañadientes, él retiró la mano.

 

—¿Y la respuesta?

 

—¿Cuál?

 

—Todavía no has respondido a mi propuesta.

 

“Esto es ridículo”.

 

Dahlia apretó los dientes y desvió la mirada. Sabía que no era una propuesta genuina. Sólo se habían visto una vez, como mucho. Surgió algo, la guío y hubo contacto con él, pero no fue más que un accidente.

 

“¿Pero me estás pidiendo casarme contigo? ¿Por qué?”

 

—El joven Gran Duque debe tener mala memoria, estoy bastante segura de que lo rechacé.

 

—No lo pensaste bien.

 

—Incluso si lo hubiera hecho, todavía…. no voy a casarme.

 

—¿Por qué?

 

Por un momento, se quedó muda. No era que no quisiera casarse, era que no quería casarse con “cualquiera”, pero no se le ocurría una buena explicación.

Apretando la mandíbula, Dahlia apretó con fuerza su collar por costumbre. Fuera lo que fuese, la propuesta de aquel hombre era demasiado extraña.

Ante su postura defensiva, Jürgen no pudo evitar soltar una risita.

 

—Yo… no soy de tu gusto ¿verdad? No te gusta mi apariencia.

 

—¿De qué sirve tener una buena apariencia?

 

—Vengo de una buena familia, soy capaz y, lo más importante, puedo hacer lo que tú quieras.

 

—No, no puede. Señor Ethelred no puede darme lo que quiero porque no sabes lo que realmente quiero.

 

Colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja, bajó la mano que sujetaba el collar. Jürgen miró a los ojos decididos de Dahlia y habló en voz baja.

 

—Libertad y una vida segura, ¿no eso es lo que quieres?

 

Esa era la respuesta.

Dahlia se quedó sin aliento ante su sonrisa perdida.

 

—Yo también, quiero libertad y una vida segura, y para eso nos necesitamos el uno al otro. ¿Cuál es la diferencia entre un matrimonio concertado sin amor y una asociación por necesidad?

 

—… ¿Dices que te necesito, lord  Ethelred?

 

—La última vez, pensé que habías dicho que podrías enseñarme cómo no volverme loco.

 

—Sí, lo hice, y también dije que te lo enseñarías, si aceptaba ser tu Guía. De nuevo, decliné.

 

Su voz era muy agradable de escuchar, ya fuera por la correcta pronunciación o por el hecho de que su voz era grave para ser mujer, así que el rechazo no lo molestó. Jürgen sabía que ése era el mayor problema.

 

—Te estaba haciendo una sugerencia, que rompas el sello, guíes libremente y agotes tu energía, no hay riesgo de una explosion, al menos hasta que la fuerza se acumule y se desborde.

 

Su mirada le siguió mientras él daba un paso adelante.

 

—Ja, cuando eso ocurra, el templo lo sabrá, y no he estado viviendo incómodamente con un sello en mi cuerpo por nada.

 

—Bueno, hasta ahora has trabajado duro. Si te hubiera conocido antes, lo habría resuelto fácilmente.

 

Jürgen pasó junto a la desconcertada Dahlia y bajó una glicinia floreciente. Era como estar en otro mundo, las pálidas flores violetas cayeron, oscureciendo su vista como un velo.

 

—¿Qué quieres decir, que….

 

Dahlia se sintió un poco incómoda al verle de pie entre las flores de glicinia. Era la primera vez que miraba a un hombre y pensaba que era bonito o hermoso.

El recuerdo de su primer beso, el dulce aroma de las flores de acacia pegadas a su piel, la acaloraban, y odiaba sentirse incómoda al mirarlo.

 

—En primer lugar, necesito suficiente guía en la que puedas poner toda tu energía, así que será bueno agotar tu energía, y en segundo lugar…. Si te conviertes en mi esposa, aunque se descubra que eres una Guía, el templo no podrá obligarte, y serás libre. Esa es la ley de atribución Guia.

 

Los ojos del hombre brillaron enrojecidos a través de las ávidas flores. Dahlia retiró lentamente la cortina de flores y se acercó a él.

 

—¿Es eso cierto? ¿Por qué el templo….

 

Él sonrió suavemente y le tendió la mano, inclinando la cabeza.

 

—Compruébalo. Comprueba si lo que digo es verdad o mentira.

 

El aroma que flotaba sobre su cabeza era casi desorientador. Vacilante, colocó su mano sobre la de él, lo suficiente para mantenerlas separadas pero no para tocarlas.

Mentiría si dijera que no podía sentir el calor de su cuerpo a través de ese espacio apenas perceptible. No podía ser.

 

—El matrimonio no es libertad, y…. Soy Centinela antes que Guía, y tengo un trabajo que hacer.

 

Le mira fijamente la mano, que estaba justo fuera de su alcance.

 

—¿Algo que quieres hacer?

 

—Soy…. no soy hija natural del Conde Von Klose.

 

Sus ojos azules estaban llenos de flores violetas. Era como aquel día. Al atardecer, con el viento caliente, bajo el fresno donde se habían enredado.

Incluso entonces, cuando juntaron sus labios, sus ojos se llenaron de pequeñas flores blancas.

 

—¿Y?

 

—¿Qué?

 

—En primer lugar, no me importa qué clase de dama fueras, tal vez incluso una monja en un convento, porque no estoy buscando una novia para la prosperidad de mi familia, necesito que seas mi Guía.

 

—Entonces…. ¿la Guía es realmente la razón por la que quieres casarte conmigo?

 

—No sabes lo que se siente al ser perfectamente guiado. Por qué estoy haciendo esto.

 

Sus ojos se entrecerraron y levantó ligeramente los hombros, desviando la mirada.

 

—Lo sé, lo sé, no puedes simplemente explicar que se siente bien. Hace calor, y quieres tocar más…. He oído decir que lo quieres tragar entero de un bocado, ¿me equivoco?

 

—Ja, ¿quién te dijo eso?

 

Su mirada se volvió feroz. Dando un paso adelante, inclinó la parte superior de su cuerpo para clavar sus ojos en los de ella. Dahlia frunció el ceño, observando los ojos rojos y los labios del hombre que tenía delante.

 

—No importa quién me lo haya dicho.

 

—No, sí importa, porque te estás perdiendo la explicación más fundamental.

 

Jürgen ladeó la cabeza ligeramente con una mirada torcida en su cara. Las puntas de sus narices se rozaron, sus labios estaban lo bastante cerca como para tocarse.

 

—Es decir, estar dentro de ti….

 

Susurró, con una voz tan dulce que se le erizó la piel. Los altos arbustos se balancearon y las flores de glicina se estremecieron al unísono.

 

—Ethelred. Me preguntaba adónde habías ido, y aquí estás.

 

A través de las glicinias entrecruzadas y superpuestas, un destello de rubio puro llamó su atención.

 

—Su Alteza.

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