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—Eso no es propio de ti. ¿Quién es la señorita que está contigo?
Dahlia miró su collar enrojecido y tragó una maldición silenciosa. El collar, enrojecido por Jürgen, emitía ahora un extraño sonido resonante.
No lo había reconocido. Había supuesto que el collar reaccionaba a Jürgen.
Un error de complacencia.
De no ser por este hombre, el Príncipe Heredero no habría venido, y aunque lo hubiera hecho, ella lo habría reconocido rápidamente.
Dahlia rechinó los dientes porque se sentia patética conmigo misma en la peor situación. Dos Centinelas Lustre.
—Me temo que no debiste dejar el salón de baile, todos, seguro que están deseando conocer a su Majestad.
La gran espalda de Jürgen apareció frente a los ojos de Dahlia mientras ella tropezaba hacia atrás. Naturalmente cubriéndola, él apretó sus manos detrás de su espalda y abrió sus palmas. Incluso levantó un dedo como para que sostenega su mano.
Dahlia se debatió. No era mala idea quitarse de en medio primero, y había pensado en aumentar el poder de Centinela para que no supieran que era una Guía.
—No es divertido sin ti, Ethelred…. ¿Qué escondes?
La pregunta fue recibida con una sonrisa burlona, y Dahlia no pudo evitar coger la mano de Jürgen.
Aún no había visto la cara del Príncipe Heredero, pero lo supo instintivamente. Que las probabilidades estaban en su contra, y que era peligroso.
—Pensé que fingirías no saber…. ¿Es así cómo quieres verme pedir la mano en matrimonio?
Los ojos de Dahlia se abrieron de par en par ante la forma en que estaba tratando al Príncipe Heredero. La mano que estrechaba sus dedos tembló, y el sello pareció activarse con la emoción.
—Una propuesta de matrimonio, ¿Tú? ¿De verdad?
—Sí.
—Estoy preocupado, Ethelred, porque pensé que te desposarías con mi hermana.
—La Princesa no es mi tipo.
—¿Entonces, es ella?
Otra vez.
Esta vez, las preguntas del Príncipe Heredero estaban dirigidas directamente a ella. Si Jürgen había hecho eso, Dahlia tendría que seguirle el juego. Mientras ella molesta le estrechó su mano entre las suyas, él se volvió y entrecerró los ojos.
—¿Por qué? —preguntó en voz baja, y ella rió aturdida.
A unos metros de distancia, el Príncipe Heredero apartó la glicinia caída y se acercó.
Dahlia ya no pudo ocultarse de Raynan cuando dio un paso adelante.
“Una propuesta de matrimonio es algo que puedo rechazar, y a menos que el joven Gran Duque tenga poderes de teletransporte, podré huir…. No, no, no”.
—¿Crees que el Emperador te permitirá casarte?
—Tendremos que ir despacio.
—No hay mujer de mayor estatus en el Imperio que la Princesa.
—Después de todo, si la Princesa se casara conmigo, sería degradada a Duquesa. En ese caso, sería mejor que se casara con un Príncipe de otro país, que estoy seguro que el Emperador preferiría.
—Oh, entonces… vas a romper el corazon de mi hermana. ¿Es eso?
El impulso entre los dos hombres comenzó a cambiar lentamente; Dahlia estaba realmente de acuerdo con el Príncipe Heredero. No conocía los detalles, pero si tenía una mujer con la que casarse, la traición por cualquier motivo era inaceptable.
Dahlia levantó la cabeza con cuidado. Una prenda más colorida que el uniforme de Jürgen, una capa roja colgada sobre un hombro, se mecía pesadamente con la brisa.
Su mirada se dirigió lentamente hacia arriba.
Cabello rubio tan brillante como el sol, ojos aún más brillantes. El frío que fluía a través del cabello ondulado que cubría ligeramente sus ojos la miró de frente.
—¿Oh…?
Dahlia se quedó un momento con la boca abierta.
No era desconocido. La cara no sólo no le era desconocida, sino que la recordaba bien.
“—Si hubieras tomado la molestia de mirar un periódico en vez de todas tus joyas y vestidos, no hubiera escuchado este insulto, señorita”.
El hombre no identificado que le había estado vomitando veneno, el hombre que ella había supuesto que era un familiar de las víctimas, estaba de pie ante ella con una expresión seca en el rostro.
“Oh, lo reconozco”.
La boca de Raynan se levantó débilmente cuando clavó los ojos en Dahlia. En un instante, la energía del Centinela la golpeó con precisión.
Dahlia sintió como si la absorbieran las aguas profundas. El poder del Príncipe Raynan como Centinela Psíquico era una especie de hipnosis. Sumisión y engaño.
Se sentía aturdida, como si la obligaran a arrodillarse ante él.
Uno a uno, los sellos de su cuerpo se activaron. Los sellos del dorso de sus manos, de sus pantorrillas, muslos, pecho y bajo vientre se activaron todos a la vez.
—¡Ja!
—No puede hacer esto, Su Majestad.
Al ver la angustia de Dahlia al perder su agarre, Jürgen se incorporó y se enfrentó al Príncipe Heredero, y Dahlia se tomó un momento para recuperar el aliento y rodear su garganta ahogada con los brazos.
Sentía todo el cuerpo caliente y punzante, como una quemadura. Tenía que huir. Quería huir, arrancar todos aquellos sellos malditos.
Sus ojos llenos de lágrimas temblaban y los del Príncipe Heredero se ensombrecieron al mirarla.
—… ¿Sellos?
Sin recuperar fuerzas, el Príncipe Heredero agarró con fuerza la barbilla de Jürgen.
—Contéstame a esto. ¿El… Guía del que me hablaste ayer, es la joven Von Klose?
—No funciona para mi, su Alteza, así que suélteme y recupere su poder.
—No, no…. Respóndeme a esto. ¿Es esa mujer una Guía?
El poder generado bajo la glicina formó una forma de onda circular que rodeaba todo el enorme árbol. A primera vista, era majestuoso ver las dos fuerzas cara a cara, pero Dahlia sintió el dolor de su cuerpo romperse.
Tak
La grieta que comenzó en su muslo se extendió lentamente, el sello de su cuerpo se resquebrajó y se hizo añicos, dispersándose como chispas.
El dolor que sintió en Tezeba fue tan terrible que no podía recordarlo.
“Debo vivir. De algún modo, de alguna manera, debo vivir”.
—Sobrevive, niña.
Una voz que no recordaba la instó a seguir.
—¡Joven Gran Duque!
Dahlia, quien apenas llamó su nombre, alargó la mano y agarró el extremo de su uniforme. Sus dedos pálidos y delgados temblaban.
Su rostro, enrojecido y empapado en sudor frío, con los ojos llenos de lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento, se volvió hacia él.
Jürgen se dio cuenta de que no era por miedo, sino por el dolor del sello.
Agachándose, la cogió en brazos mientras ella jadeaba, y una nueva burla se dibujó en los labios del Príncipe Heredero.
—Libertad.
“Joder”.
Jürgen impidió que se le escapara la palabrota y se dio la vuelta, con expresión sombría.
—Eso no puede estar bien.
—¿No? Libertad…. Tienes algo muy interesante entre manos.
Una de las cejas de Raynan se alzó ligeramente mientras susurraba su diversión. El Príncipe Heredero agarró el cabello ondulante de la mujer que era como un herbívoro asustado. Por un momento, los ojos de Jürgen se desviaron, pero Raynan no se dio cuenta.
Enterrando la cara en su pelo, la mirada de Raynan se calmó lentamente. En el momento en que estuvo seguro de su poder, Jürgen no pudo aguantar más.
—… Perdone mi grosería. Alteza.
Raynan levantó la cabeza, y la habitación se retorció a un ritmo rápido.
—¿Deformación?
Jürgen sonrió, viendo cómo se enfriaba el rostro del Príncipe Heredero. Apretó los labios contra la frente ya angustiada de Dahlia, pero mantuvo la mirada fija en Raynan.
—Te veré mañana.
Con un estallido, una fuerte luz iluminó cegadoramente la glicinia. Todos los que se habían percatado del alboroto y habían corrido hacia allí se detuvieron en seco, entrecerrando los ojos ante la luz, pero no Raynan.
Había visto a Jürgen desaparecer en un instante.
—¡Su Alteza, el Príncipe Heredero!
—Hermano mío, ¿estás bien? ¡Qué demonios, cuidado todo el mundo!
—¡Sí, Alteza!
En cuanto desapareció el aura intangible que envolvía todo el jardín, los guardias y Julia corrieron hacia allí.
Al ver la repentina oleada de energía Centinela, se dieron cuenta de que las puertas habían sido abiertas. Llamaron a los Caballeros y guardias, y Julia se dio cuenta de que Jürgen y Raynan estaban dentro.
—Su Alteza, ¿está bien? Definitivamente sentí el poder desbordante hace un momento. Necesita ser guiado ahora….
La Princesa Julia corrió hacia Raynan, que estaba inmóvil, y rápidamente le agarró la mano. Seguramente, ella sintió el poder de Jürgen también, pero él no estaba en ninguna parte para ser visto, y no había ninguna señal de la puerta.
Agarrando la mano inerte de Raynan, Julia trató de guiarlo.
—¡Quítame tus sucias manos de encima!
Las mejillas de Julia ardían por la fría bofetada. El borde afilado del anillo en el dedo del Raynan había cortado la cara de la Princesa.
La sangre roja le corría por la cara. Todos los espectadores se horrorizaron y corrieron a convocar a la corte.
—Hermano….
Julia levantó la vista hacia la resplandeciente figura de Raynan y se llevó una mano a la mejilla llena de cicatrices. Pero Raynan la miró sin el menor atisbo de remordimiento y se acomodó el desaliñado cuello de la camisa.
—¿Cómo te atreves?, no eres Libertad, es un tema que no es…. ¡No toques mi cuerpo. Esto es una advertencia!
—No hay Guías Libertad; las semillas están completamente secos, hermano. Si sigues rechazando que te guíe, terminarás volviéndote loco. ¡Cuanto tiempo crees que puedes confiar en tus piedras mágicas!
Inusualmente desafiante, Julia se puso en pie sin ayuda y miró fijamente a Raynan. La débil sonrisa en los labios de Raynan y la mirada helada en sus ojos se fijaron en el lugar donde Jürgen había desaparecido hacía un momento.
—No, Libertad existe. Hasta aquí el banquete. Estoy cansado.
Con un movimiento del dobladillo de su capa roja, Raynan se dio la vuelta y los observadores retrocedieron en señal de deferencia.
Se frotó la comisura de los labios con una mano y soltó una risita mientras caminaba hacia el palacio del Príncipe Heredero.
Era divertido y exasperante que Ethelred hubiera capturado a una presa tan adorable, que llevaba la marca del sello por todo el cuerpo y que había entrado sin miedo en la corte imperial.
Dahlia Von Klose.
Una mujer de probada fuerza Centinela, sin duda, pero ¿una Guía, y una Libertad…?
—Sonnan.
A la llamada del Príncipe Heredero, una persona escondida en las sombras apareció, silenciosa y al paso.
—Necesito que averigües dónde ha ido Gran Duque Ethelred, y que envíes a alguien a Tezeba, ven a verme cuando termines.
—Tomaré tus ordenes