Epílogo
Hace 13 años, en la oficina del orfanato de la felicidad.
—Dijeron que el niño debe tener entre siete y nueve años, así que ¿por qué no envías a Sia?
—Creo que Sia sería buena. Por cierto, ¿no era un poco rara esa pareja americana? Hace tres meses, adoptaron a una niña de diez años del orfanato de Mokyeon-eup. Escuché algo extraño. Algunos dicen que coleccionan a los niños por edades…
Escuchando al director y al subdirector discutir, Min-woo trapeó en silencio.
Originalmente trapear era responsabilidad de Sia, pero ella se había caído ayer y se había hecho daño en la palma de la mano.
Él sabía que ella se había caído ayer.
La fregona era muy vieja. Había espinas en el mango de madera, por lo que si intentaba trapear con la mano sana, terminaría con un corte a carne viva.
—Dijo que quería que fuera cualquier niño, con una edad concreta, para poder adoptarlo de inmediato.
—Los únicos a los que vale la pena envíar son Sia o Min-woo. La impresión del soldado estadounidense fue un poco dura. ¿Pero no sería mejor ir a Estados Unidos y vivir allí que crecer aquí?
—No, ayer trajeron a la niña adoptada en el asiento trasero del auto y, a primera vista, parecía que tenía moretones alrededor de los ojos y sus labios un poco agrietados. Es un poco confuso. Pero también puede ser que se haya caído en alguna parte.
—Los niños son muy descuidados a esa edad.
Min-woo no dejó de trapear ante la idea de que iba separarse de Sia, pero usó más fuerza como para hacer agujeros en el piso.
—Dios mío, Min-woo. ¿Sigues limpiando? De hecho, eres muy diligente. Min-woo será amado sin importar a qué casa vaya. Director, ¿enviamos a Min-woo?
—Está bien, entonces, ¿lo hacemos?
Tenía que tomar una decisión. Si decía que no iba, el director enviaría a Sia. Terminaría separándose de Sia de una forma u otra.
De hecho, cuando la pareja estadounidenses visitó el orfanato y anunció su intención de adoptar, Min-woo observó más de cerca las heridas de su hermana de un año mayor en el asiento trasero del automóvil que conducían.
Era claramente una señal de haber sido golpeada. Incluso antes de venir al orfanato de la felicidad, Min-woo se mudó a varias casas.
“Por una caída no puedes sufrir esos moretones y esas cicatrices en los labios. Yo iré a la adopción”.
Esa noche, Min-woo dio vueltas en la cama toda la noche. Escribió una carta a Sia pero nunca se la entregó.
La sostuvo durante mucho tiempo, avergonzado, y finalmente la tiró porque estaba toda húmeda y arrugada.
Se tragó todas las palabras que quería decir, se tragó el llanto y la angustia que se apoderaron de él.
Al día siguiente, un soldado estadounidense y su esposa, que tenía una apariencia agradable pero no se podía decir que tuviera una buena impresión, vinieron a recoger a Min-woo.
Firmaron los papeles de adopción y abrieron la puerta. Min-woo se sentó en el asiento trasero del coche, sin la chica que habían traído antes.
—Okay, let’s go home. Hey, kid. Now your name is Darion, okay? (Bien, vamos a casa. Oye, chico. Ahora te llamas Darion, ¿Entendido?)
Fin.