Pasado y presente
Un hombre vaga por el fondo.
La ropa desgarrada y mojada era una sopa amarilla y negra que goteaba de ellos. Su cabello, con mechones dispersos y brillantes visibles, estaba amontonado en algunos lugares como si no hubiera sido peinado.
Las piernas, tan secas como un trozo de madera en pleno invierno, sobresalĂan
de debajo de la tela deshilachada delgadas.
DeteniĂ©ndose de vez en cuando para tomar un respiro, siguiĂł adelante. El lugar al que se dirigĂa el hombre era el fondo de la ciudad.
Un rincĂłn de ese callejĂłn seco donde hasta el carterista escupe y se da la vuelta porque nadie tiene nada. Su asiento estaba bajo la sombra oscura donde no podĂa entrar la luz.
No comà nada hoy. Yo tampoco comà nada ayer. Mi estómago, encogido hasta el punto de no poder digerir ni un sorbo de agua, ya no llora. Se arrodilló en el camino de piedra sin poder hacer nada. Como si me desvaneciera, lentamente dejé mi cuerpo en el suelo. Incluso cerró los pårpados.
No habĂa nadie en el callejĂłn aislado. No habĂa nadie que lo odiara, nadie que lo golpeara, nadie que lo violara, nadie que lo abandonara. La sombra negra de la pared gris se convirtiĂł en una manta y bloqueĂł el mundo rojo que giraba incluso debajo de los pĂĄrpados.
«Ey, despierta.»
Una patada ĂĄspera despertĂł al hombre. Mi mente, que acababa de ser engullida por la
oscuridad y perturbada, volviĂł un poco. Los apestosos tacones de las botas chocando entre sĂ hasta el punto de doler los huesos, piso las piernas sucias unas cuantas veces mĂĄs sin una pizca de piedad. No fue hasta que hubo un estallido y un crujido que el hombre abriĂł sus ojos empañados y luchĂł con sus brazos como las patas de un Ășltimo insecto convulsivo.
El hombre que se despertĂł pateando su flaco cuerpo con fuerza arrojĂł la bolsa de papel que
sostenĂa en su mano. CayĂł en mi cara y olĂa muy ligero y muy fragante. El hombre apenas estirĂł su delgada mano y agarrĂł la bolsa de papel.
âHoy, traje uno especial con pasasâ.
SaquĂ© el sobre, logrĂ© rasgar el papel muy duro y dentro habĂa una hogaza de pan caliente y reciĂ©n horneada. El olor a pan se filtrĂł en sus fosas nasales mientras aspiraba el aire. De repente, la saliva se elevĂł de la boca seca como un desierto. El hombre tirĂł del pan con ambas manos y abriĂł la boca.
Mientras le daba un mordisco al sabroso plato, el hombre se riĂł y agarrĂł el tobillo del hombre. BajĂł los pantalones sucios del hombre y separĂł sus piernas. Incluso mientras tanto, el hombre estaba ocupado enterrando la nariz en el pan y arrancĂĄndolo lo suficientemente grande como para evitar que la articulaciĂłn de la mandĂbula se cerrara.
El hombre lo obligĂł a acostarse de costado y volviĂł a abrirle las piernas. Mi culo flaco se abriĂł.
La carne roja anidada en su interior era antiestética y estaba cubierta de baba blanca.
Te ves peor que la mayorĂa de las prostitutas.
Poco después, el hombre se bajó los pantalones y sacó su pene oscuro y curvo. Con sus dedos, los empujó violentamente en las grietas de la carne
roja que habĂa sido desgarrada y atascada innumerables veces. El hombre que acababa de
tragar el pan jadeĂł y tosiĂł.
âNo comas sucio y trabaja duro para aflojar el agujeroâ.
El hombre agitĂł su mano como un lĂĄtigo y golpeĂł su flaco trasero. Temblando por la
conmociĂłn, el hombre perdiĂł su pan. Se arrastrĂł
sobre sus rodillas y fue a recoger el pan. Tan pronto como extendiĂł la mano y agarrĂł el pan
enrollado, el hombre agarrĂł al hombre por la cintura y tirĂł de Ă©l hacia atrĂĄs.
«Tienes que pagar la comida, ¿a dónde vas?»
Después de golpear el trasero un par de veces mås, el hombre inmediatamente escupió sobre la carne roja. Luego empujó mås profundo con el dedo unas cuantas veces mås. El hombre hizo una mueca y dejó escapar un pequeño gemido, ahora llevåndose el pan a la boca.
«Loco, ¿estås bien?»
El hombre que hizo agujeros hasta el contenido de su corazĂłn inmediatamente aplastĂł su pene monstruosamente erecto hasta la raĂz. El hombre parecĂa estar gritando con la boca llena de pan, pero el horror era tan dĂ©bil que ni siquiera los oĂdos del hombre podĂan oĂrlo.
Los genitales llenos del cuerpo crujiente se movieron violentamente como si estuvieran a punto de desgarrar los intestinos.
Incapaz de superar el impacto, el hombre abrazĂł el pan y cayĂł boca abajo, levantando sĂłlo
las caderas. La saliva que fluĂa de entre sus labios resecos goteaba sobre la fruta negra seca incrustada en el sabroso pan.
* * *
Una vez el hombre fue un Conde brillante. Hay veces que hasta los hombres olvidan porque nadie los llama, pero hubo un nombre. QuizĂĄs tambiĂ©n hubo un castillo aristocrĂĄtico. Pero ahora se llaman ‘Ya’, por lo que incluso si tienen un nombre largo, solo se reirĂĄn de ellos.
Después de que el hombre se hubo ido, el hombre se subió la ropa sin siquiera limpiarse los
muslos que goteaban con semen. Si otros vieran que se recolectaba el semen de Alpha, Ă©l comerĂa hasta que su estĂłmago explotara con semen que ni siquiera podrĂa convertir en calorĂas hoy.
No querĂa sufrir tanto. Tuve que esconderme en otro lugar rĂĄpidamente. AgarrĂł el pan a medio comer. La cosa empapada en saliva se desmoronĂł incluso en mis dedos escasos y goteĂł al suelo. MirĂ© las migajas con pasas negras. La superficie particularmente brillante era
muy tentadora. Entonces el hombre se arrodilló, lo levanto y se lo metió en la boca.
DespuĂ©s de eso, el hombre del pan de pasas aparecĂa de vez en cuando sin previo aviso. A veces incluso traĂa a un colega con el. Recibir ambos genitales al mismo tiempo era terriblemente doloroso, pero mĂĄs tolerable que el hambre.
DespuĂ©s de que se fueron, el hombre se escondiĂł y comiĂł el pan. Me atragantĂ© y tosĂ varias veces, pero empujĂ© dulces bultos por mi garganta. El hombre lamiĂł cada miga que tenĂa en la mano y apartĂł la mirada.
Las luces de las lĂĄmparas de gas de la ciudad tiñeron de carmesĂ el cielo nocturno hundido. El color, que se convirtiĂł en un encaje reluciente y revoloteĂł como la extrema dispersiĂłn de la luz del sol, era como las capas de pĂ©talos que florecĂan en el jardĂn de la familia del Conde, una vez el mĂĄs esplĂ©ndido de la ciudad.
MirĂĄndolo sin comprender, el hombre distorsionĂł su rostro. Sus labios caĂdos, su cola hinchada levantada, y sonriĂł suavemente, haciendo finas arrugas alrededor de sus ojos.
Arok Taywind.
Un noble entre nobles con un linaje mĂĄs antiguo que la familia real actual.
Cuando acababa de convertirse en adulto, heredĂł el tĂtulo despuĂ©s de que su padre falleciera repentinamente. El joven Conde, con una hermosa cabellera rubia como el leĂłn dorado sĂmbolo de la familia y ojos azules como el cielo, era famoso por no perder en ningĂșn momento su dignidad aristocrĂĄtica y nobleza. Pero Ă©l no fue asĂ desde el principio.
âArok. ÂżJugaste bien hoy?
«Madre.»
Un leve olor a medicina emanaba de la Condesa, quien dio la bienvenida a su pequeño hijo. Su madre, un omega masculino, originalmente no era saludable, pero siempre estaba acostado en la cama porque tenĂa una enfermedad crĂłnica porque se obligĂł a dar a luz a un niño. El joven hijo, de apenas siete años, se subiĂł a la cama agarrado a los brazos huesudos de su madre, ahora hundiĂł la cara en su pecho huesudo y asintiĂł en silencio.
âÂżHas visto el jardĂn de rosas? ÂżPuedes decirle a tu madre de quĂ© color florecen las rosas hoy?
La ventana de la cama daba directamente a la rosaleda, pero siempre le preguntaba eso a su hijo. Entonces Arok dio una larga explicaciĂłn, usando cada palabra de color y exclamaciĂłn que conocĂa.
Mientras tanto, mi madre acariciaba el cabello redondo que tocaba mi barbilla con una mano
como una ramita seca. Cuando tenĂa siete años, mi madre falleciĂł. En ese momento, Arok llorĂł hasta que sus ojos se derritieron. En el funeral, el padre que estaba de pie junto a su hijo se quedĂł sin habla con una expresiĂłn perdida en su rostro.
RecogiĂł todas las rosas de todos los colores del jardĂn favorito de su esposa y las arrojĂł al ataĂșd pulido. El padre, que no querĂa dañar el prestigio de la familia, criĂł a su hijo alfa con extrema severidad. Especialmente despuĂ©s de perder a su madre, no podĂa tolerar que su hijo llorara constantemente por cosas pequeñas.
«¥Dónde los nobles muestran lågrimas!»
De vez en cuando, el padre de Arok lo sorprendĂa saliendo llorando de la habitaciĂłn de
su madre, lo llevaba al estudio y lo golpeaba brutalmente. Arok ni siquiera podĂa frotarse las
piernas hinchadas y tuvo que contener las lĂĄgrimas.
Cuando extrañaba a su madre, se escondĂa de su padre y lloraba a la sombra de la esquina de la rosaleda. Sacudiendo los hombros y conteniendo la respiraciĂłn, hasta que el mayordomo, que tenĂa la misma expresiĂłn severa que su padre pero le sostenĂa la mano amablemente, se acercĂł y lo abrazĂł cariñosamente. Sus ojos estaban rojos e hinchados, enterrados en el aroma de las rosas y no podĂa contener las lĂĄgrimas fĂĄcilmente, entristecida por el olor de su madre que se desvanecĂa en su memoria.
Después de un tiempo, la lluvia y el viento hicieron que todas las rosas cayeran al suelo.
Mientras tanto, a pesar de las reprimendas de su padre, enderezĂł los hombros y mantuvo la cabeza erguida. Pase lo que pase, caminando con gracia sin correr, el niño de siete años habĂa olvidado cĂłmo llorar y habĂa aprendido a reĂr.
Mi padre, un aristócrata hasta la médula, lo entregó todo a sus deberes como aristócrata. No
simplemente afirmĂł su autoridad y se jactĂł, sino que dio todo lo que pudo para la sociedad con la enorme riqueza que reuniĂł de su vasta propiedad.
Por supuesto, el mĂ©todo era extremadamente ‘aristocrĂĄtico’. Mientras donaba una cantidad
significativa a la caridad para los niños hambrientos en los barrios marginales, nunca se
involucrĂł directamente en el ‘fondo’. MĂĄs bien, odiaba el fondo. Parece que le disgustĂł el hecho de que existiera en la capital un espacio tan inmundo y humilde al alcance de la autoridad del conde. AsĂ que mi padre decidiĂł tomar prestada la mano de otra persona.
Entre los plebeyos, la nobleza con altos estudios o los clanes colaterales que no heredaron el tĂtulo entre los nobles fueron patrocinados y los hicieron tratar con cosas sucias en su lugar. Se convirtiĂł en un gran evento con una influencia considerable en conjunciĂłn con otra tradiciĂłn de la familia del Conde, ‘Fiesta de te en el jardin de las rosas’. Su padre, que originalmente estaba nervioso y no gozaba de buena salud, a menudo se enfermaba, por lo que desde los 19 años, Arok asumiĂł el cargo de propietario de la fiesta del tĂ©.
El joven, que no era lo suficientemente joven para ser joven, saludaba y charlaba con los clientes con una sonrisa sutil, vestĂa un traje azul oscuro con ojos azules y cabello rubio oscuro tĂpico de una familia de condes. Contrariamente a lo que otros ven, no fue tan difĂcil para mĂ. No importa lo que dijo la otra persona, todo lo que tenĂas que hacer era decir «Ya veo». Todos los jĂłvenes que buscaban patrocinadores estaban ansiosos por llamar su atenciĂłn.
A pesar de ser unos años mayor que Arok, todos estaban ocupados pronunciando palabras que bordeaban la adulación. Idiotas sin respeto por sà mismos. Arok se rió de ellos por dentro.
Hay muchas cosas mĂĄs importantes que el dinero en el mundo. Aquellos que han aprendido melodĂas conmovedoras, frases conmovedoras, hermosas obras maestras que te lavarĂĄn la mente y clĂĄsicos infinitamente profundos no tendrĂĄn prisa por venderse tan barato. Arok no estaba interesado en ellos, pero sonriĂł con gracia ya que no podĂa deshacerse del testamento de su padre, que habĂa muerto el año anterior.
El vulgar mercado laboral disfrazado de «Fiesta de Tea» tuvo poco interĂ©s desde el principio, y el sentido aristocrĂĄtico del deber de liderarlo pronto se agotĂł. Usando a su primo inexistente como excusa para derrotar a la gente, Arok escapĂł del jardĂn lleno del espeso aroma de las rosas. Se dirigiĂł a su camino favorito de cedros por un atajo conocido solo por aquellos que se han quedado en la gran mansiĂłn durante mucho tiempo.
Los ĂĄrboles en fila a un lado del camino bien pavimentado se extendĂan hacia el cielo. El
enorme ĂĄrbol fue plantado por el primer Conde que primero construyĂł esta mansiĂłn. Puede que no haya sido tan grande al principio, pero siguiendo la historia de la familia de condes, que comenzĂł con una familia Hanmihan y ahora estĂĄ al lado de la familia real, ahora se han convertido en ĂĄrboles gigantes a los que admirar.
Una brisa fresca soplaba a travĂ©s de los altĂsimos ĂĄrboles, provocando el susurro de las
hojas. La irritabilidad que se habĂa disparado hace un momento se borrĂł en un instante. CaminĂ© lentamente e inhalĂ© el olor amargo de la madera.
A Arok le encantaba pasear por este camino y odiaba que lo molestaran. AsĂ, los sirvientes de la mansiĂłn nunca entraban por este camino, y solo Arok podĂa disfrutarlo, ya que el mayordomo se encargaba de que los invitados no perturbaran ‘sin querer’ el descanso privado del Conde. No, tenĂa que hacerlo. Pero, ÂżquiĂ©n es el que estĂĄ parado lejos y mirando en esta direcciĂłn?.
Como propietario de la mansiĂłn, era absolutamente imposible volver a la carretera
para evitar a los forasteros. MĂĄs bien, era correcto dejar que el invitado que ingresaba al espacio no lo permitiera. Por supuesto, un poco de humillaciĂłn a cambio de una desagradable intrusiĂłn estarĂa bien. Arok sonriĂł y se acercĂł a Ă©l. Cuando estuvo lo
suficientemente cerca para hablar con Ă©l, estaba seguro de gritar un nombre que obviamente no querĂa recordar y salivar sobre cuĂĄnto valĂa la pena invertir en Ă©l. Arok cerrĂł la distancia y observĂł al oponente, pensando en que tipo de humillaciĂłn que podrĂa infligir al odioso intruso.
Mås alto que el promedio, enderezó los hombros y miró de esta manera. Cabello castaño
oscuro y piel sana ligeramente bronceada. Frente, nariz y pĂłmulos muy fuertes. La boca
apretada encajaba perfectamente con la mandĂbula afilada, como si hubiera sido esculpida.
Contrariamente a la expresiĂłn severa y la postura firme, que parecĂa muy orgullosa, los ojos
profundos eran puros y rectos, a diferencia de los jĂłvenes humildes que pululaban por el jardĂn.
Cuanto mĂĄs se acercaba, mĂĄs llenaba su visiĂłn, como un señor de la guerra con un enorme cedro a la espalda. El deseo de avergonzarla se habĂa ido. Incluso cuando la distancia se acercaba a cierta distancia, Arok no dijo nada y mirĂł fijamente a los oscuros ojos castaños.
Estaba un poco desconcertado por el aire incĂłmodo, pero afortunadamente la estricta
disciplina de mi padre brillĂł.
«Debes haberte perdido».
«exactamente.»
Incluso cuando se le preguntĂł cortĂ©smente, solo dio una respuesta contundente sin ninguna otra retĂłrica. Al escuchar solo una sĂlaba, Arok encontrĂł la voz muy dulce. Su voz baja, resonante y seria combinaba muy bien con su apariencia.
«Te mostraré el camino».
«Estoy buscando un jardĂn de rosas, pero no puedo encontrarlo porque el jardĂn es muy
grande».
Una respuesta ligeramente suavizada volviĂł a esta propuesta. Parece que tambiĂ©n fue invitado a la fiesta del tĂ©. Sin embargo, la atmĂłsfera era diferente del enjambre de hormigas comunes. No hizo un escĂĄndalo por Arok, no lo mirĂł con una mirada interesada. MĂĄs bien, simplemente se inclinĂł en una actitud que mostraba su moderaciĂłn y cortesĂa como si fuera indiferente.
Ni siquiera dio su nombre, y ni siquiera preguntó. Esta fue la primera vez. Incluso extraños
completamente desconocidos se comportaron Ăntimamente como si hubieran encontrado a un hermano perdido cuando vieron al joven vestido con ropa fina, cabello rubio brillante, ojos azules, modales refinados y una sonrisa sutil. Arok pensĂł que habĂa conocido a alguien que le interesaba despuĂ©s de mucho tiempo.
No tardĂł mucho en dar la vuelta al atajo y llegar al lugar donde se puede ver la rosaleda. Mientras tanto, el hombre mantuvo un poco de distancia sin decir nada y solo me acompañó. TenĂa curiosidad sobre el nombre de este hombre, asĂ que me presentĂ© primero a pesar de mi cara.
«Mi nombre es Arok Taywind».
Antes de que fuera demasiado tarde, Arok se volviĂł y preguntĂł justo en frente de la pared de
cedro, fuera de la vista de los demĂĄs. El hombre alto bajĂł los ojos en lugar de la cabeza y mirĂł la mano extendida frente a Ă©l. Sostuvo su mano a una velocidad que no era ni rĂĄpida ni lenta, dejando un poco de vacilaciĂłn para decirlo, y respondiĂł de manera demasiado concisa, como antes.
Klopp Bendike. Aparte de eso, era un nombre inimaginablemente apropiado. si. Para este
hombre, la expresiĂłn de designaciĂłn era mĂĄs apropiada que la expresiĂłn de nombre. La
combinaciĂłn de sonido, eco y armonĂa de significado estuvo cerca de la perfecciĂłn. La mano
flaca era tan grande que podĂa cubrir la mano suave y blanca del noble, y aunque la sostenĂa ligeramente sin fuerza, podĂa sentir la fuerza de la mano que sostenĂa en ella.
LevantĂł la vista y mirĂł a los ojos de Klopp. En esos ojos oscuros que no temblaban en absoluto, vi a una persona. Arok se riĂł. Ni siquiera tuvo que ser inventado a propĂłsito. Estaba rebosante de alegrĂa y emociĂłn incomprensibles, trayendo una sonrisa
brillante a toda la cara.
* * *
Ganar monedas trabajando y vendiendo era un privilegio otorgado solo a unos pocos. Incluso las pocas ventas de mano de obra estaban reservadas para aquellos que publicitaban sus habilidades y se vendĂan a sĂ mismos. Hubo mĂĄs dĂas de hambre
que dĂas de comer. Un simple recado para ganar dos monedas no se le dio correctamente a una persona que se quedĂł solo con huesos y piel con cicatrices. Aun asĂ, pudieron vivir sin pasar hambre porque habĂa gente de mente abierta que les comprarĂa hasta sus cuerpos podridos.
Me escondà en una sombra mås profunda y oscura para no quitarme el pan a medio comer. En el momento en que crucé las piernas y me agaché en un rincón para masticar el pan recién horneado, sentà un dolor insoportable como si me estuvieran
desgarrando los intestinos. Me arrodillé en el suelo, tratando de no perder de visto, con la vista ennegrecida. y enrollado Ya era el tercero.
La primera vez fue tan dolorosa que luchĂ© y rasquĂ© el piso hasta que se me cayeron las uñas y me desmayĂ©. Era algo comĂșn cuando se vendĂa el cuerpo en la calle. Simplemente duele terriblemente.
Me arrastrĂ© hacia un callejĂłn mĂĄs profundo y cerrado con un dolor agudo que se sentĂa como un cuchillo atravesĂĄndome los intestinos. Un lĂquido amarillo maloliente fluyĂł por la entrepierna de los pantalones ya sucios, junto con el fluido corporal rojo que gobierna la vida. Con manos temblorosas, se bajĂł los pantalones y colocĂł su flaco trasero en
el frĂo suelo de piedra. Con el pan en la boca, hizo una mueca y gritĂł.
DespuĂ©s de un tiempo, un bulto de carne roja se hinchĂł y se escurriĂł por la grieta, y saliĂł un bulto de sangre negra. Era una persona del tamaño de la palma de mi mano, amontonada en una pelĂcula pegajosa y brillante.
ParecĂa que habĂa perdido la cabeza en algĂșn momento. LevantĂ© mi cabeza mareado y vi el cielo coloreado de rosas. LevantĂł la parte superior de su cuerpo con sus brazos tambaleantes. Otra vez.
El pan endurecido, difĂcil de discernir por lo mucho que habĂa sido mordido, rodĂł. Me acostĂ© en el suelo de piedra frĂa y juntĂ© mis piernas rĂgidas. Con mi mano entumecida, tirĂ© de la mĂĄs pequeña. Por muchas veces que lo atravesĂ©, algo cayĂł entre mis piernas con una terrible sensaciĂłn de cuerpo extraño. Sin saberlo, gritĂ©. La garganta reventada resoplĂł como una flauta rota.
Apenas controlando sus piernas temblorosas, se subiĂł la ropa y caminĂł con el cadĂĄver de un hombre que sabĂa llorar. Hacia el lugar donde las lĂĄgrimas del cielo se juntan y caen. La prĂłxima vez, no nazcas en un lugar asĂ. MoviĂł su boca, que no soportaba irse, para decir «AdiĂłs» y arrojĂł esos pĂ©talos de rosas rojas al rĂo.
Todo el camino de regreso fue un caleidoscopio. El cielo florido, la sombra fresca, el camino de piedra oscuro y el rĂo que fluye tranquilamente. Todo estaba mezclado y girado. Los ojos secos estaban rĂgidos. Por eso no podĂa seguir el ritmo del mundo del baile.
No podĂa pensar en nada acerca de adĂłnde me dirigĂa o si era correcto ir por este camino. El murmullo en mis oĂdos estaba lleno de blasfemias incomprensibles. No podĂa decir si era una voz humana real o una ilusiĂłn que habĂa dibujado. No quedĂł nada del cuerpo que creĂł a una persona, por lo que fue empujado incluso por el viento que no podĂa mover una sola hoja. DespuĂ©s de evaporar todos los fluidos corporales, el cuerpo, como hojas secas, rodĂł y rodĂł hasta llegar a cierta esquina.
Junto con el sonido de los cascos de los caballos pisando vigorosamente en el camino de piedra, escuché el sonido de las ruedas rodando råpidamente. Cuando levanté la vista, pasaron varios carruajes negros. El lugar donde no pude volver a mis sentidos fue el final del laberinto que continuaba desde el fondo, un cuadrado enorme.
La plaza que conducĂa directamente a la orilla cercana del rĂo tambiĂ©n servĂa de cruce de
caminos para numerosos carruajes. Normalmente habĂa mucho movimiento, pero
hoy ha sido especialmente complicado. Me quedĂ© sin comprender y mirĂ© sin comprender las cosas con sellos de colores. HabĂa bastantes familias entre ellos. Barones, Vizcondes, Duques, Condes y a veces, incluso los de la realeza eran todos iguales.
El largo tiempo en que una existencia que alguna vez fue noble ahora se ha convertido en un montĂłn de inmundicia que es menos que basura no es ni siquiera un momento fugaz para aquellas familias con una larga historia. No habĂa nada que cambiar. Lo Ășnico que ha cambiado eres tĂș mismo. Lo Ășnico que falta es una familia que terminĂł por su estupidez.
Para otros, hoy es solo un dĂa inmutable. Incluso si sigues buscando, ya ni siquiera
puedes alcanzar ese mundo de luz. Si intenta tocarlo, solo los extremos secos se triturarĂĄn a una velocidad aterradora. Tuve que dar la vuelta. La razĂłn por la que no pude cambiarlo de inmediato no fue porque tuviera remordimientos persistentes. Fue solo por el cuerpo que no
escuchĂł.
Apenas levantĂł los pies antes de girar la espalda encorvada, luego girĂł lentamente los
hombros encogidos y finalmente tratĂł de girar la cabeza aturdida. En ese momento, un carruaje negro vino corriendo de lejos. Los cuatro caballos con crines brillantes y el
carruaje robusto y de aspecto solemne no eran diferentes de los demås, entonces, ¿por qué
parecĂan brillar? La cabeza que acababa de girar volvĂa a la normalidad. El carro al galope atravesĂł el viento y pasĂł por poco. Entonces lo vi. Una silueta clara entre seres borrosos.
Dentro de la ventana translĂșcida de un carruaje sin una sola huella de mano, habĂa una persona que nunca podrĂa olvidar. Con su cabello castaño oscuro tirado hacia atrĂĄs, acunaba a un niño rubio que sonreĂa felizmente en su regazo. La mirada azul del niño chocĂł con la de una baba mirĂĄndome.
«Oh»
Conozco a ese niño, ese ĂĄngel encantador y al hombre que sostuvo al niño con mucho cariño. conocia a esas dos hermosas personas que se arrastraban por el fondo y no podĂan alcanzarlo sin importar lo que hiciera.
* * *
Arok estaba de muy mal humor. El salĂłn de la mansiĂłn del Conde, donde se llevĂł a cabo el gran banquete, estaba lleno de gente riĂ©ndose jaja, pero ninguna de las caras de aspecto feliz tenĂa lo que Arok querĂa. La persona que estaba buscando era alguien con arrugas entre las cejas y una mirada en blanco sin una sonrisa, un poco enojado.
«Arok, te ves particularmente hermoso hoy».
«disculpa.»
Un hombre cuyo rostro parecĂa ser reconocible a primera vista se acercĂł, fingiendo ser amistoso. Incluso a unos pocos pasos de distancia, despedĂa un olor tan fuerte que su nariz se pudrĂa, y coqueteaba descaradamente con Arok con una sonrisa sospechosa. No les importaba que fueran el mismo alfa, o que fueran el mismo macho, a pesar de que ya no tenĂan ningĂșn significado y una vez fueron tabĂș dado por los dioses.
MĂĄs bien, era un hombre de muy bajo nivel que seguĂa la tendencia vulgar de reunirse
casualmente con el mismo alfa u omega sin asumir la responsabilidad. El oponente no hiriĂł su orgullo en absoluto a pesar de que Arok lo empujĂł con una frĂa sonrisa. MĂĄs bien, se acercĂł al omega con los ojos vulgares que estaban tan relajados como los mĂos, como si estuviera feliz.
Inmediatamente despuĂ©s de verlo decir exactamente lo mismo a Omega que acababa de decir, Arok se fue, sintiendo que estaba vomitando por haber respirado el mismo aire durante unos segundos mientras estaban juntos. Aun asĂ, la mirada no dejaba de escanear a las personas. ÂżDĂłnde demonios estĂĄs?. En sus manos juntas detrĂĄs de su cintura
Sin embargo, no fue visto durante varias horas. No podĂa dejarlo ir sin despedirme. Este banquete fue solo una excusa que inventĂ© para encontrarme con Ă©l.
Eventualmente, Footman fue movilizado para encontrarlo. Caminaron en silencio por el salĂłn de banquetes y llevaron a cabo las Ăłrdenes de su maestro. Poco despuĂ©s, un lacayo que habĂa salido al jardĂn regresĂł e informĂł que se dirigĂa al camino de los cedros. La tez del Conde, que habĂa estado tan frĂa e inexpresiva como un pedazo de mĂĄrmol hasta hace un momento, estaba coloreada de alegrĂa, como si la tinta goteara sobre una gota de agua untada.
Arok caminĂł casi tan rĂĄpido como pudo hacia el camino de cedro. El camino iluminado por la luz azul de la luna se
iluminĂł con linternas naranjas debajo de cada ĂĄrbol, lo que se sumĂł a la atmĂłsfera sutil. Originalmente, este camino no debĂa estar decorado con nada, pero parecĂa que le gustaba el camino de cedro, por lo que deliberadamente
ordenĂł que lo iluminaran con linternas. Por supuesto, tambiĂ©n habĂa un lacayo que hĂĄbilmente desviaba a los invitados para evitar que nadie mĂĄs entrara. Arok respirĂł hondo, calmando los latidos de su corazĂłn.
Su orgullo aĂșn no le permitĂa mostrar sus emociones y actuar como un perro que conociĂł a su dueño. Ya era consciente de que me estaba confundiendo un poco. SabĂa muy bien que era vergonzoso hacer un alboroto solo cuando la otra persona no mostraba palabras o acciones significativas. Al mismo tiempo, tambiĂ©n habĂa
una sensaciĂłn de resentimiento hacia el oponente que lo ponĂa tan ansioso. ÂżNo serĂa posible fingir ser amistoso allĂ de vez en cuando?. Incluso cuando todos lo halagaban, que tenĂa riqueza, fama y autoridad, no mostrĂł interĂ©s. no.
Fingà no darme cuenta. Si realmente no estaba interesado en nada, ¿por qué respondió a su invitación? Seguro que tendrås algunos favores.
AgarrĂ© deliberadamente la invitaciĂłn que se le enviĂł y salĂ. PensĂ© en hacer una pequeña broma usando la invitaciĂłn como excusa, en caso de que volviera a ser incĂłmodo como antes. ÂżVas a aceptarlo si lo escribes de tu puño y letra asĂ? ÂżQuĂ© tal regalar tinta y un bolĂgrafo para tu prĂłximo cumpleaños?
Por supuesto, teniendo en cuenta la mala situaciĂłn de su bolsillo, conocĂa los productos y la artesanĂa a un precio razonable. El astuto mayordomo le darĂa el abrigo y le darĂa una pista. QuerĂa sentarme a su lado en la cena de mi
cumpleaños, para la que faltaba un mes. La luz parpadeĂł a travĂ©s de las paredes de los cedros que separaban el jardĂn de rosas no muy lejos.Un joven reflexionĂł.
Arok deliberadamente redujo la velocidad de sus pasos mientras intentaba endurecer su expresiĂłn ligeramente
relajada. Fue para evitar que otros les notifiquen su acercamiento. QuerĂa ver su expresiĂłn natural. Tal como respondiste cuando te preguntĂ© por quĂ© tenĂas una expresiĂłn tan seria en el pasado, Âżpor quĂ© mantienes las cejas apretadas y frunces el ceño incluso cuando no hay nadie cerca? Verlo esperando a alguien con un gran fĂsico y una
expresiĂłn seria parecĂa un espectĂĄculo interesante a su manera. Arok lo soltĂł suavemente, sintiendo los guijarros a travĂ©s de sus suaves zapatos de cuero.
El cuerpo alto reflejado en la tenue luz era claramente visible. La distancia se cerrĂł rĂĄpidamente, y ahora solo un ĂĄrbol con
innumerables hojas pequeñas se interponĂa entre ellos. Estaba murmurando para sĂ mismo. Cuando lo imaginĂ© hablando solo con ojos serios, parecĂa que la risa se escaparĂa. Arok no pudo soportarlo mĂĄs, asĂ que se apresurĂł alrededor del ĂĄrbol para revelarse.
âNos vemos por aquĂ, Kloppâ.
Sorprendido por la apariciĂłn repentina, Klopp abriĂł un poco los ojos y girĂł la cabeza para mirar en esa direcciĂłn. En el momento en que nuestros ojos se encontraron, Arok no podĂa creerlo. Sus ojos profundos, que solo habĂan lanzado miradas agudas cada vez, estaban ligeramente arrugados y su boca que siempre estaba bien cerrada y apenas daba una respuesta necesaria, dibujaba una suave curva. Klopp se estaba riendo.
La postura de defensa que se habĂa puesto se derrumbĂł de una vez. El rostro mĂĄs bien blanco del Conde se volviĂł instantĂĄneamente de un rosa pĂĄlido. Ese hombre divertido y serio se riĂł. ÂżSerĂĄ por tu culpa? Arok logrĂł resistir el impulso de correr de inmediato y permanecer a su lado. Mi corazĂłn se hinchĂł. Tampoco era un sentimiento unilateral. No puede ser unilateral. Cualquier Omega en el mundo, incluso la mayorĂa de los Alfas, querĂan a
Arok Taywind. No habĂa forma de que un aristĂłcrata de bajo rango que no tenĂa mĂĄs antecedentes que una cabeza tan brillante y un cuerpo alto se rechazarĂa a sĂ mismo. Arok se acercĂł con una gran sonrisa, rebosante de alegrĂa
ante la idea de tenerlo por fin.
âAarok.â
âHice una invitaciĂłn como esta, pero no vi a nadie, asĂ que la encontrĂ©. ÂżRealmente tienes que enviar una invitaciĂłn escrita a mano como esta? Ni siquiera tienes un tĂtulo, pero Âżno tienes la nariz demasiado alta?
La expresiĂłn del hombre, que rara vez habĂa estado sonriendo, volviĂł a ser seria. Mirando aA rok, me preguntĂ© si tenĂa una enfermedad crĂłnica que se estaba volviendo mĂĄs grave. Sin embargo, como acababa de confirmar que todo era suplantaciĂłn, pensĂ© que estarĂa bien quitarlo poco a poco con el tiempo. Arok se acercĂł a Klopp, invadiendo naturalmente los confines de su cortĂ©s espacio personal. Estaba pensando en preguntarle si estaba interesado en la Primera EdiciĂłn de la InterpretaciĂłn de la DeclaraciĂłn de Derechos, que habĂa comprado recientemente con una gran suma de dinero.
Pero no fue asĂ. Fue porque se dio cuenta demasiado tarde de que no estaba solo justo cuando estaba a punto de agarrar el brazo de Klopp sin perder la sonrisa. MĂĄs allĂĄ, oscurecido por el gran cuerpo de Alpha, se encontraba un hombre pequeño con cabello rubio y ojos azules similares a Arok. Se sorprendiĂł un poco cuando vio a Arok, pero lo
saludĂł de una manera bastante educada.
âHola, Conde Taywind. Gracias por invitarme a la fiesta.â
Arok lo conocĂa. Era hijo de un pariente lejano al que solo habĂa visto una vez cuando muriĂł su padre, y era el hijo mayor del Vizconde Westport, primo de Arok. Su nombre es probablemente Rafael. No recuerdo haberlo invitado, pero parecĂa que estaba en la lista bĂĄsica de invitaciones del Conde a partir del funeral.
Como omega, se reclinĂł levemente con la mano en la cintura de Klopp. AdemĂĄs, los fuertes brazos del Alfa estaban envueltos alrededor de sus pequeños hombros. Fue solo despuĂ©s de mirarlos alternativamente que Arok se dio cuenta. La sonrisa de Klopp estaba dirigida al omega, no a sĂ mismo, y que lo que ahora fruncĂa el ceño no era
solo fingir, sino la verdad. En un instante, se disparĂł una insoportable sensaciĂłn de vergĂŒenza y desprecio. Arok los mirĂł a los dos alternativamente, murmurĂł y luego rĂĄpidamente se dio la vuelta. Aunque es el dueño de esta mansiĂłn, se escapĂł para evitar a los invitados.
Mi cabeza estaba llena de fantasĂas inalcanzables. Era un remanente de una persona que habĂa olvidado en algĂșn momento mientras rodaba por el frĂo suelo de piedra. La fantasĂa es tan hermosa como efĂmera que me hizo olvidar el tiempo. Se puso en cuclillas sobre sus rodillas y colocĂł sus manos cuidadosamente sobre sus rodillas. VolviĂł a apretar la mejilla contra el dorso de la mano. TratĂ© de imitar la sonrisa feliz del hombre que le dejĂł una huella inolvidable y del niño que heredĂł su sangre. Incluso en medio de tanta miseria, un sentimiento abrumador se escapĂł de mi corazĂłn. ÂżPodrĂa la vida volver a ser una bendiciĂłn? ÂżPuedo llevarlo a la luz de nuevo? Bajo ese camino de cedro, Âżlo volverĂ© a ver algĂșn dĂa? de nuevo algĂșn dĂa sĂ. Asi que vivamos.